En 2007 un autor británico llamado David Lassman, también director del festival literario Jane Austen, decidió llevar a cabo un experimento: enviar a 18 de las principales editoriales y agencias literarias británicas capítulos iniciales de tres obras de Jane Austen, bajo el seudónimo Alison Laydee, y con los nombres de los personajes ligeramente cambiados, proponiéndolos para publicación. En el caso de Orgullo y prejuicio, enviado como First Impressions, dejó incluso intacta la muy famosa primera frase del libro: “Es una verdad universalmente reconocida, el que un hombre soltero que posea una buena fortuna debe estar en busca de una esposa”.
Los 18 recipientes rechazaron las obras, y sólo uno advirtió el engaño, respondiendo: “Le sugiero que busque su ejemplar de Orgullo y prejuicio, que supongo vive muy cerca de su máquina de escribir, y se asegure de que sus primeras páginas no copien demasiado el comienzo de ese libro”. Los rechazos incluyeron editoriales como Bloomsbury o Penguin, así como el agente de J.K. Rowling, y en general expresaban que era una obra interesante pero que no encajaba en sus catálogos, o a la que le veían dificultades para colocarla en alguna editorial.
Y sin embargo es muy probable que todos quienes rechazaron los manuscritos se declararían genuinamente devotos de la obra de Jane Austen, y que hayan disfrutado en su momento la lectura de los capítulos correspondientes a sus obras, mismos que en versión ligeramente disfrazada de manuscritos no les despertaron mayor interés.
Relacionado con lo anterior, en el diario de Brian Eno, A Year With a Swollen Appendices, en una entrada sobre Basquiat y la percepción de los artistas, cuenta igualmente que a un famoso crítico cultural inglés se le envió un ejemplar de prensa de un disco de John Lennon y Yoko Ono, que en el lado A traía cinco o seis canciones que no le despertaron mayor entusiasmo, y en el lado B tenía un solo tono continuo que duraba 20 minutos. El crítico pensó que era una obra experimental de John y Yoko y escribió una crítica sumamente favorable hacia su experimentación de vanguardia, y al final resultó que el tono era en realidad algo que usualmente ponían los ingenieros de audio en las copias de prueba, para monitorear niveles de control de calidad.
En ambos casos se trazan preguntas interesantes, quizá por costados casi diametralmente opuestos, sobre la relación entre calidad de la obra y la percepción de la misma. En el primer caso, cuando los editores y agentes leyeron los capítulos sin saber que leían a una de las grandes autoras de la literatura universal, quizá los prejuicios contemporáneos sobre el mercado y lo que pudiera o no funcionar comercialmente en el mismo, los llevaron a desestimar sus obras clásicas. En cambio en el segundo, la idea de estar escuchando un tono creado artísticamente por John Lennon y Yoko Ono llevó al crítico a considerarlo una gran obra de arte, y seguramente si hubiera sabido que era un tono de prueba insertado por el ingeniero de audio, o no lo habría escuchado o lo hubiera igualmente desestimado a los pocos segundos.
Aunque si hacemos caso al monumental Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta de Robert M. Pirsig, obra dedicada precisamente a explorar la pregunta: “¿Qué es la Calidad?”, a una manera un tanto budista, propone que la Calidad es indisociable del espectador, así que lo mismo que se puede no detectar el enorme valor de la obra de Jane Austen, se puede en realidad percibir una gran obra maestra en un monótono tono de prueba de 20 minutos.