Mucho revuelo causó la noticia de que Pemex quería asumir el control del yacimiento Zama en el golfo de México, cuyas reservas totales se estiman en alrededor de mil millones de barriles de petróleo. El asunto escaló hasta una exagerada reacción del Departamento de Estado de EU que consideró “perturbadora” la posibilidad de que la petrolera mexicana se apropiara de un yacimiento privado, que pertenece al consorcio conformado por la británica Premier Oil, la alemana Wintershall DEA y la estadounidense Talos Energy, la cual inició una amplia campaña mediática con información mañosa que encontró eco en varios medios. Esta postura abonó ante el inexplicable silencio que ha guardado Pemex.
Hay que ubicar el contexto: tras la aprobación de la reforma energética, en la denominada Ronda Cero se le dieron a Pemex campos que tenía en producción o había explorado. Así recibió una asignación en la misma localización exploratoria del bloque 7 que se licitó en la ronda 1.1 de la CNH y que se adjudicó al consorcio referido. Sin considerar el conocimiento del subsuelo, las licitaciones fueron planeadas en términos geográficos y no geológicos.
El consorcio descubrió crudo tras la perforación del pozo Zama 1. Pero malintencionadamente se ha divulgado que Pemex no exploró su bloque asignado. La realidad es que Pemex ya había llevado a cabo trabajos sísmicos y geológicos que permitieron visualizar el potencial del yacimiento. Esa información fue la que tenían las empresas cuando participaron en la licitación. Desde hace más de dos años hubo acercamientos entre Pemex y el consorcio para buscar acuerdos de unitización para el desarrollo del área compartida, con base en lineamientos internacionales. El consorcio contó con el apoyo de Sener. Como en todas las líneas de negocio, hubo trato favorable hacia las empresas privadas, en detrimento de Pemex. El propósito era facilitarles su participación en el sector, para presumir el éxito de la reforma. Las empresas se manejaron con prepotencia. Incluso Pemex actuó como moderador entre las empresas del consorcio ante sus diferencias internas.
En el acuerdo de preunitización firmado se definieron programas de trabajo entre ambas partes, pero no se acordó quién sería el operador. El consorcio ha perforado cuatro pozos. Pemex sigue al momento sin hacerlo en su bloque, debido a que a fines de la pasada administración la ahora desaparecida subsidiaria Pemex Perforación y Servicios llevó a cabo una licitación muy cuestionada para contratar un barco perforador. La ganadora finalmente no cumplió con su compromiso.
Más allá de este lamentable suceso, es necesario definir al operador con base en diversos factores. En estos casos no necesariamente la empresa con el bloque con más reservas debe serlo. Desde un punto de vista estrictamente técnico, de su capacidad y experiencia, Pemex debe asumir el control. También tiene el derecho legal de hacerlo. Posee el conocimiento geológico regional y tiene la ventaja de contar con infraestructura cercana. No olvidemos que nuestra petrolera es líder a nivel mundial en aguas someras. Talos Energy, a su vez, es una compañía nueva y carece de experiencia. Un comparativo: Pemex produce más de 2.5 millones de barriles de petróleo crudo equivalente; Talos, 100 mil.
Lo que no se ha dicho es que el consorcio tiene prisa porque los socios desean vender su parte. La mexicana Sierra Oil & Gas, que tenía el mayor porcentaje, lo hizo con la alemana DEA. Lo mismo quiere hacer la británica Premier, por sus problemas financieros. A Talos también le urge que exista un acuerdo para contar con mayor valor monetario.
Lo que sí fue innecesaria fue la presión política que se pretendió ejercer a partir del precipitado anuncio por parte de la empresa estadunidense. Lo importante ahora es que ambas partes lleguen a un acuerdo en beneficio común.
*Consultor en EPLOC (Estrategias Públicas Locales) en temas de petróleo, con 14 años de experiencia en el sector energía