El 19 de noviembre se conmemora el Día Internacional del Hombre. Esta jornada busca hacer conciencia sobre la salud física y mental masculina.
Algunas de las principales preocupaciones son: la incontinencia urinaria, el cáncer de próstata y, en lo mental, la incapacidad persistente para experimentar la emoción, expresarla o incluso comunicarla.
El informe de la Organización Mundial de la Salud de 2019 sobre el suicidio afirma que el 79% de los suicidios en América ocurre entre hombres. ¿Por qué?
Tenemos que preguntarnos en qué medida nuestra forma de vivir la masculinidad contribuye, en primer lugar, a empobrecer la salud mental y las relaciones, tanto familiares como personales, de nosotros mismos.
Las normas de la masculinidad funcionan a través de expectativas sociales y del autoconcepto, es decir, la opinión que una persona tiene sobre sí misma, que lleva asociado un juicio de valor.
Estás normas, muchas veces, dictan que los hombres siempre tenemos que ser fuertes, racionales, dominantes, autónomos, independientes, activos, competitivos, poderosos, invulnerables, positivos.
Evidentemente estos estándares masculinos no son realistas por lo que lo que quienes nos identificamos con el género masculino tenemos que lidiar con los conflictos provocados por no cumplir esas expectativas.
Nuestro mundo interior se convierte en el campo de batalla para cumplir con el mandato externo de lo que debemos ser.
Y desde allí configuramos “el mapa” con el que interpretamos el mundo.
Buscar ayuda se ve como un indicador de la falta de masculinidad, así que muchos hombres nos convencemos de que tenemos que resolver los problemas por nosotros mismos y no hablamos de lo que sentimos.
Es decir, este mandato de masculinidad con el que crecimos afecta en primera instancia a nuestro cuerpo y a nuestra salud mental.
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