¿Qué nos podemos hacer los hombres el 8 de marzo, fecha en la que se conmemoran las luchas de las mujeres por una vida sin violencia?
Callar, escuchar, reflexionar y aprender. Las múltiples manifestaciones en la vía pública de grupos inmensos de mujeres pueden ser un proceso pedagógico.
Podemos aprender de los gritos, los bailes, los gestos, los cantos, los colores, los sentimientos que las mujeres de forma tan poderosa expresan en las calles.
Sus consignas requieren de nuestra escucha y de nuestra autocrítica.
Recupero algunas de las frases que se pudieron leer el pasado miércoles en las calles y el aprendizaje al que me invitan:
“Que los secretos familiares dejen de encubrir violadores”. Según la OCDE, México es el primer país del mundo en abuso sexual de menores.
El 90% de esas violaciones suceden en el entorno familiar.
¿Por qué yo no he escuchado nada de eso en mi familia?, ¿nunca ha pasado nada? Me cuesta creer que esa es la razón. Debo aprender a escuchar posibles señales de violación.
“Es tu pared, pero era mi hija”. Sabemos que es ilegal dañar los bienes ajenos.
También sabemos que lo legal no siempre es ético. Si bien no comparto ningún gesto de violencia, debo aprender de la indignación que sienten las madres al ver que cuidan más a un monumento de lo que cuidaron a sus hijas asesinadas.
“No necesitamos aliados, queremos que traicionen al patriarcado”. Debo aprender que no soy aliado del movimiento feminista.
Ese no es mi lugar. Yo debo luchar por mi propia liberación de los mandatos que me impusieron y que hoy no me dejan vivir libre de violencia.
“La justicia no está en la cárcel”. Dentro de los movimientos feministas crece la corriente no punitiva.
Es decir, las víctimas denuncian que tener a su agresor en la cárcel no es la solución a un sistema de organización social violento. Debo desaprender las lógicas del castigo.
Podemos aprender caminos de construcción de paz a partir de lo que las mujeres denuncian en las calles.
@perezyortiz