A nadie en la industria del futbol mexicano le conviene la brecha insalvable que ya existe entre los dos equipos más emblemáticos. Nunca en la historia del clásico nacional hubo un dominio tan marcado, irreversible y justo, como el que ejerce actualmente el América sobre el Guadalajara.
Aunque las Chivas hace décadas dejaron de ser un asiduo campeón, sus pergaminos y futbol le permitían equilibrar un poco la balanza y mantener viva la rivalidad.
El actual Guadalajara está arrastrando el prestigio y mancillado el mote de “Rebaño Sagrado”. El chiverío es superado por los azulcremas en todas las facetas dentro del terreno de juego y en todos los rubros como institución.
El espíritu inquebrantable del América tiene que ver con la ambición y la pasión de su máximo jerarca. La mediocridad y el desapego rojiblanco también son reflejo de la cúpula del cuadro tapatío.
Si jugar sólo con futbolistas mexicanos supone un tremendo hándicap, hacerlo sin los mejores, en el marco de una generación que dista mucho de ser brillante, agudiza la crisis y probablemente le abre la puerta a la última dimensión: el final de la tradición mexicanista del Guadalajara.
Amaury Vergara le cerró la puerta a esa opción y prometió conservar el último reducto de las Chivas y del futbol mexicano. Traicionar la esencia en aras de volver a competir y acercarse a las potencias de la liga parece ser la última opción y el paradigma tabú del balompié en México.
Pero bien valdría preguntarle a esos 40 millones de mexicanos que siguen al Guadalajara, si están dispuestos a sacrificar la tradición para buscar los campeonatos que sólo con mexicanos parecen vedados.
Ni siquiera con extranjeros de primera línea el éxito está garantizado, pero lo que sí está garantizado es que las Chivas no compiten más con la política deportiva actual.
El Guadalajara no cuenta con los mejores jugadores mexicanos que, para colmo de males, muchos de ellos militan con el América. A los obstáculos intrínsecos de las Chivas Rayadas, habrá que agregarle una gestión deportiva que limita todavía más.
El clásico se está muriendo, porque las Chivas se están muriendo de nada y porque enfrente está el mejor América de muchos años.
El tricampeón del futbol mexicano refrenda en cada partido su sitio como el equipo más importante. La exigencia que se autoimpone y la intensidad con la que encara cada desafío, lo proveen de una coraza infranqueable.
En el horizonte ya está otro clásico para los de Jardine; también llegará en forma de trilogía y será ante otro de sus clientes favoritos: el Cruz Azul.
Al América sólo le falta la cereza al pastel. Ganar la CONCACAF sería el paso definitivo para considerarlo como lo que ya es: un equipo de época en busca de un rival que esté a su altura.