Según un conocido refrán, la venganza es un plato que se sirve frio, aunque en este caso, fueron casi dos siglos de mantener en hielo el dolor y los rencores. Según otro, el pendenciero "no busca quien se la hizo, sino quien se la pague". Veamos:
Todo comenzó con el imperio británico y su legendaria rapacidad. Primero entre 1839 y 1842 y luego, entre 1856 y 1860, obligó a la Dinastía Qing, que entonces gobernaba China, al pago de onerosas indemnizaciones por los cargamentos de opio que habían sido decomisados por autoridades locales en un intento por detener el consumo epidémico de la sustancia, la mercancía británica más rentable durante el siglo XIX.
La Guerra del Opio fue, digamos, una guerra comercial. Barcos de guerra de Inglaterra y Francia como brutales embajadores de un "libre comercio" que, a costa de la destrucción de multitud de vidas, beneficiaban a empresarios de las potencias occidentales (Estados Unidos y Rusia incluidos) quienes hicieron grandes fortunas gracias a los brutales asaltos de la Armada Imperial de su majestad, la Reina Victoria.
Luego llegó el siglo XX y su Pax Americana, "el siglo de la humillación" según China.
Pero las drogas siempre han estado ahí. Como evasión, como expresión cultural, como recurso desesperado, como desafío de salud pública y, sobre todo, como mercancía. En nuestros tiempos primero fueron la heroína y la marihuana. Luego la cocaína, el crack y las metanfetaminas. Con el mismo argumento de los "comerciantes occidentales de dos siglos atrás, "nadie los obliga", las substancias prohibidas corren por las calles de las grandes ciudades del mundo. En palacios, en fiestas y también en callejones y tugurios.
Ahora, cortesía del marketing de la gran industria farmacéutica transnacional, los opioides están de regreso y los adictos, en su mayoría, son "ciudadanos decentes" de los U.S. of A. Ahí en cuando entra en escena el fentanilo. Esa droga maldita que, según dicen Mr. T. y el señor de Macuspana, viene desde China, pero que se fabrica en cualquier lado.
En medio de la guerra de los aranceles, China y Estados Unidos arrastran al resto del mundo y esta droga, un opioide artificial, está en el centro de todo. Ahora sí que "haiga sido como haiga sido" el negocio se ha globalizado.
Fabricado en cualquier lado --incluido México-- el fentanilo mata unas 100,000 personas al año. Enviados desde China, los precursores químicos necesarios para la elaboración del poderoso anestésico que, como droga recreativa ha creado un inmenso mercado consumidor, sobre todo en Estados Unidos.
En poco tiempo (18 años), pasamos del "copelas o cuello" que sacudió a las élites mexicanas cuando Zhenli Ye Gon, denunció la presunta extorsión cuando fue descubierto con más de 207 millones de dólares en efectivo, al concierto de hace unos días de Los Alegres del Barranco en honor de Nemesio Oseguera (a.k.a.) El Mencho, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), supuestamente el principal operador en la distribución internacional de dicha droga. Ni modo, el espíritu emprendedor mexicano y su talento musical (es un decir) al servicio de la geopolítica mundial.
En apenas tres lustros mucha droga y mucho dinero han corrido por el río de la corrupción, la violencia y las grandes complicidades internacionales. Hoy Trump ofrece a México aranceles menores si logramos detener el tráfico de drogas; por su lado, los estrategas chinos, supuestamente amenazan con abrir sus fronteras a la exportación de aun más precursores químicos.
Llegó el 2025 y el narcotráfico se asoma como protagonista de la nueva guerra comercial: Los capos de la droga han sido transformados en "terroristas" gracias a la varita mágica de las órdenes ejecutivas originadas en La Casa Blanca y sus protectores desde el poder político tiemblan. Mientras, la CIA cacarea sus planes de jugar con sus drones de la muerte sobre sus cabezas.
Comenzamos con la guerra comercial del Opio y sus miles y miles de adictos chinos alrededor del planeta --Londres incluido--, y terminamos con los 200 mil muertos en el tiempo de los "abrazos y no balazos" de míster Peje y la nueva guerra comercial, la del fentanilo.
Y todavía nos falta el show principal, la otra guerra, la del circo de los aranceles versus los mercados financieros. Después de todo, 90 días de tregua y, según él, besarle el trasero, se irán muy rápido. Luego, quizás en calidad de epílogo, vendrán los videos de los ataques aéreos en contra de sus víctimas favoritas: los "bad hombres".