Hay una frase muy poderosa que se le atribuye a Winston Churchill y que aplica perfectamente para los gobiernos: “Quien se arrodilla para conseguir la paz, se quedará con la humillación y con la guerra”.
Esto lo advirtió el político británico en los prolegómenos de la segunda guerra mundial cuando el Reino Unido pactó una efímera paz con el tercer Reich de Alemania que no se respetó y le sucedió el conflicto armado.
La conseja aplica no solo en situaciones de guerra, sino también de negociaciones internacionales como las que -en teoría- sostiene el gobierno de México con el de Estados Unidos.
Hace una semana comentábamos que se desconocía a cambio de qué la administración de Donald Trump había concedido una prórroga de 90 días más a México para no aplicar, en este periodo, aranceles extras a los productos mexicanos, pero a las pocas horas comenzamos a conocer cosas inusuales.
El mismo sábado 2 de agosto el gobierno federal anunció la salida del obradorista Pablo Gómez de la titularidad de la Unidad de Inteligencia Financiera, y el lunes Claudia Sheinbaum anunció que lo sustituirá un cuadro muy experimentado y muy allegado al Secretario de Seguridad Omar García Harfuch.
El miércoles trascendió que la justicia de Estados Unidos no pedirá la pena de muerte ni para Ismael El Mayo Zambada, Rafael Caro Quintero ni para Vicente Carrillo Fuentes a quienes ya tiene en sus cárceles.
La publicación ayer de The New York Times que asegura que Donald Trump firmó en secreto una orden, una directiva dirigida al Pentágono para que comience a usar toda la fuerza militar de Estados Unidos contra los cárteles de droga denominados anteriormente como organizaciones terroristas no está fuera de todo este conflicto bilateral.
Es claro que Trump ha conseguido del gobierno mexicano ventajas económicas para empresas y proyectos estadounidenses, también para enfrentar la migración ilegal y un poco menos para combatir la introducción de fentanilo, pero estamos viendo que no ha sido suficiente. En el discurso se dan plazos de gracia, pero en los hechos están poniendo el dedo en el gatillo y apuntando a cualquiera que haya colaborado con los capos de la droga ya rendidos. La temporada de cacería, comienza.