Estas vacaciones de verano son distintas a las otras. Llevamos encerrados mucho tiempo. No sabemos cuándo vamos a poder salir. Los niños llevan meses sin ir a la escuela, desde principios de abril, tras ser declarada la pandemia. Hoy son, en el mundo, alrededor de 60 por ciento los que permanecen encerrados en sus casas, donde han perdido poco a poco la costumbre de aprender y donde, con frecuencia, son abusados por sus padres. ¿Regresarán a clases al final de este verano, aquí en México? No lo sabemos. Sólo regresarán si hay semáforo verde. Parece que no lo habrá. Mientras tanto, los planes de salir de vacaciones han sido, para quienes los tenían, cancelados o pospuestos, con las consecuencias que todo esto tiene para la economía que vive del turismo, es decir, para una parte muy importante de la población en México.
Así sucede en el resto del mundo. En Europa había crecido, desde comienzo del siglo, una ola la aversión hacia los turistas, que destruían sus ciudades. El fenómeno era nuevo. En 1970, menos de 200 millones de personas salían de su país de vacaciones; ahora son más de mil 500 millones. Es más barato volar y es más fácil circular. Pero el sentimiento antiturista, que acompañó su crecimiento, llegó a preocupar a la Organización Mundial de Turismo. Ahora sucede lo contrario. En estos meses, el turismo ha caído más de 60 por ciento en Europa. Venecia, normalmente depredada por los turistas, está desierta: no hay personas, ni palomas, en la plaza de San Marcos. Los boletos para entrar a Angkor Wat, en Cambodia, cayeron esta primavera 99.5 por ciento, comparado con la primavera de 2019.
México es uno de los ocho países del mundo que más visitantes extranjeros reciben, según la Organización Mundial de Turismo. Ingresan año con año cerca de 35 millones de turistas a nuestro país, sobre todo a Cancún que, junto con la capital, recibe más de dos terceras partes de los turistas extranjeros que llegan a México. No sabemos todavía la magnitud del impacto que tendrá todo esto aquí. El turismo en el país representa la tercera fuente de divisas, aporta 9 por ciento del PIB y genera alrededor de 7.5 millones de empleos directos e indirectos. Es una actividad que debe ser considerada prioritaria y estratégica en el país. ¿Cómo protegerla?
Los cambios ocurren ya. Los hoteles han quitado sus tapetes. Los restaurantes han adaptado sus cartas, los menús ya no circulan de mano a mano, los buffets han sido casi siempre descartados. Los aeropuertos han trabajado para minimizar los contactos, para automatizar todos los trámites. Los aviones han tratado de hacer cambios también, pero uno de ellos, fundamental, ha sido imposible: el asiento intermedio no pudo ser descartado porque era incompatible con su modelo de negocios. Las compañías de cruceros están en crisis: es probable que desaparezcan. El turismo, al reunir a mucha gente proveniente de todo el mundo en un solo espacio, puede ser un propagador mortal del nuevo coronavirus. Por eso habrá necesariamente restricciones en 2020 y 2021. Pero el turismo sobrevivirá. Le da trabajo a 330 millones de personas en el mundo y es responsable de 7 por ciento de las exportaciones, y es sobre todo una fuente de bienestar.
Investigador de la UNAM (Cialc)
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