No se sabe qué nos vamos a encontrar cuando volvamos a abrir las puertas, pero todos estamos convencidos que será una realidad muy distinta a la que dejamos cuando se inició el estado de alarma”, me escribe una persona cercana a mí desde España. El estado de alarma fue decretado el 14 de marzo. Hace un mes. Tuvo un impacto inmediato y profundo en la economía del país, que caerá este año 8 por ciento, con un desempleo que será mayor a 20 por ciento de la población en edad de trabajar, según acaba de anunciar el Fondo Monetario Internacional. La caída más violenta que sufre el país desde el fin de la Guerra Civil.
Pero el estado de alarma decretado para combatir la pandemia tuvo un efecto mucho más vasto, que afectó todos los aspectos de la vida en España. La carta que recibí en estos días concentra la atención en tres rubros: el confinamiento, el desabasto y la enfermedad.
El confinamiento: “Es absolutamente imposible moverse en España (…) La circulación está completamente restringida, solo se puede salir al súper más cercano, a la farmacia o al banco. La policía suele pararte y solicitar tu identificación para comprobar tu dirección”.
El desabasto de alimentos: “Muchos agricultores se quejan que no pueden sacar su producto y que más de la mitad se echará a perder. Se han roto las cadenas de comercialización”.
Y el desabasto de medicamentos: “Ha sido el episodio más triste de toda esta tragedia. No hay suficientes médicos, enfermeras, camas de hospital para las unidades de cuidados intensivos y hospitalización de pacientes con síntomas. Se han habilitado hospitales de campaña en recintos feriales y hoteles, pero aun así no ha sido suficiente, como tampoco suficientes han sido los aparatos de respiración asistida para todos los que lo han necesitado. Como en la guerra, los médicos han tenido que discriminar a quién ayudar y a quién dejar morir, tanto por probabilidad de subsistencia como por calidad de vida futura (es decir, se sacrifica a los mayores y a los enfermos de cáncer o de alguna otra enfermedad que implique que el individuo en cuestión tendría menos calidad de vida que otro sano, si se salva…). Más de 20 por ciento del personal médico ha caído enfermo de coronavirus por no tener suficiente material de protección”.
La salud: “En España, al igual que en el resto de los países de Europa, se desconoce la dimensión real del problema sanitario. No se hacen suficientes pruebas diagnósticas, por lo que muchos que han padecido el coronavirus no entran en las estadísticas de infectados. Los muertos tampoco se pueden contabilizar de forma efectiva, porque cada país ha aplicado criterios distintos. En España, por ejemplo, solo se han computado las muertes en instalaciones sanitarias (clínicas y hospitales) y no todas las que han ocurrido en residencias de ancianos o en domicilios particulares de personas que viven solas. Las cifras que publica la asociación de funerarias no tienen nada que ver con las que publica el Ministerio de Sanidad… Hay muchas más muertes de las que se registran de forma oficial”.
Comparto esta carta escrita desde España porque describe una situación que, en las semanas que vienen, habremos de vivir en México. Con una importante diferencia: nosotros tenemos menos recursos.
Investigador de la UNAM (Cialc)
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