Hay en todo este espectáculo que culmina con Ismael El Mayo Zambada, su llegada a Estados Unidos y su declaración de culpabilidad, una especie de confesión mexicana en silencio: acá no podemos. No es de ahora, de este gobierno o del pasado, sino de todos.
Buena parte, si no que los principales capos criminales, termina pasando sus últimos días en Estados Unidos en prisiones o en libertad después de algún arreglo para hacerse testigos o cumplir penas más leves. Cierto que en este sexenio que aún no cumple un año van más que antes, alrededor de 50, pero ahí están en el pasado los destinos de García Abrego, La Barbie, los Arellano y otros.
Pocas cosas retratan más lo que nuestros gobernantes saben del estado del aparato de seguridad y justicia en el país que esos “traslados”. Empecemos por lo primero.
Nuestros policías, Ejército, Marina, Guardia Nacional han logrado atrapar a muchos de esos capos —a algunos los han “abatido”, como le dicen—. No son los más rápidos, con algunos como El Mayo nunca llegan, con muchos llegan muy tarde o no han llegado, como con El Mencho, pero digamos que en general llegan. El daño está hecho, protegidos por algunos policías, militares, políticos, etcétera… pero algún día los atrapan.
Luego empieza el infierno, es decir, las fiscalías o, en la mayoría de los casos, la fiscalía federal, antes procuraduría. No hay mucho que extenderse para explicar ese desastre. La impunidad, los casos no resueltos, los años y años que se tardan en armar un caso, cuando lo arman, lo mal armados para que lleguen los abogados de los acusados y los destrocen frente a jueces que, pues tampoco eran, y ahora lo serán menos, eficientes y justos. Ya vimos qué bien le fue a Julio César Chávez jr.
De fiscalías pasando por juzgados… la mayoría, no todos, llega a las cárceles. Enorme desastre. Llegan con dinero y poder y las controlan (mediante corrupción o simple ineficiencia de quienes deben poner orden) y siguen controlando desde ahí sus grupos delictivos.
Cierto, a El Mayo se lo llevaron ellos, pero si lo hubieran atrapado mexicanos igual ya andaría por Estados Unidos “trasladado”. Entiendo por qué la Presidenta insiste en reclamar lo de Zambada y que la soberanía y bla, bla, bla. Sospecho que, en el fondo, respira más tranquila. El proceso de “justicia” mexicano y sus prisiones, pues no dan para eso.