Es muy raro el día en que la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, no hable, critique, advierta sobre los “conservadores”, el “Prian”, como le llama, o algún ex presidente, desde Zedillo a Peña Nieto. No importa el tema, siempre recurre a lo mismo.
En las semanas recientes, cuando la mirada y las acciones de su gobierno han ido contra elementos de su gobierno —o el de Morena del sexenio pasado, que es lo mismo—, los discursos terminan en lo mismo: todo es culpa de aquellos, de los conservadores, del Prian. Sea el huachicol fiscal que explotó en los años más recientes o La Barredora en Tabasco y el secretario de Seguridad de aquel estado cuando era gobernado por… Morena. O Pemex dirigido por morenistas los últimos siete años.
Si no le gusta la nota de un medio de comunicación, aunque lo que diga esté reporteado y verificado, es que ese medio es conservador. Y así. Para todo, malditos conservadores. Maldita oposición.
Ayer, sin ninguna necesidad, frente a ciudadanos que la apoyan y fueron a aplaudirle, una vez más, como todos los días: “Somos, y eso le duele al conservadurismo, pero es la verdad, el país más democrático de todo el planeta. Porque aquí el pueblo decide quién es el presidente o la presidenta. Aquí el pueblo decide quiénes son sus legisladores. Y aquí el pueblo decide quién es su Poder Judicial”.
Cada vez la mañanera parece un ejercicio de box de sombra, ese entrenamiento en que sin rival enfrente los atletas ejercitan golpes al aire, mueven los pies y el cuerpo, lanzan los puños hacia nadie. Sudan, parece que se cansan, nadie los golpea y ellos siguen moviéndose ante el enemigo imaginario.
Porque creo que está claro y no hay que repetirlo, pero oposición no existe. Ni el PRI, ni el PAN y, por lo pronto, ni MC importan en las decisiones que se toman respecto al rumbo del país. No han influido en ninguno de los profundos cambios a la Constitución y leyes secundarias, ni importan en los debates parlamentarios, más allá de algunos shows mal montados, ni en la discusión pública. No se ve para cuándo exista alguno que pueda pararse frente a quien hoy ejercita sin rival.
Sí, puede ser que dentro de Morena —que dicen no ser conservadores— haya más oposición que en otras siglas, pero tampoco influyen demasiado.
Entre más pasan los días, el ejercicio de la Presidenta frente a rivales inexistentes se va vaciando de emoción. Es, sí, agotador. Para todos, hasta para los suyos.
