La semana pasada un estudiante de la UNAM murió luego de lanzarse desde un edificio de la Facultad de Medicina. Tres semanas antes otro alumno intentó quitarse la vida, sin lograrlo. Apenas dos casos en un mes, pero que reflejan el deterioro de la salud mental en los jóvenes universitarios.
No es problema solo de algunas instituciones. En general, la salud mental de las y los estudiantes es una de las problemáticas más invisibilizadas en la academia. Una discusión que irrumpe en los medios en cada tragedia, pero se desvanece rápidamente. No es abordado como asunto de salud pública, sino del ámbito individual y familiar.
Ya comienzan a verse las consecuencias. México registró en 2020 7 mil 896 suicidios, la mayor cifra de la última década. Para los jóvenes de 15 a 24 años, uno de los grupos más vulnerables, es la tercera causa de muerte; casi tres de cada 10 suicidios fueron en este rango de edad (2 mil 24 casos, de acuerdo con el INEGI). Sin una mejor intervención pública, las cifras aumentarán.
La encuesta covid-19 evidencia la gravedad que se vive en el sistema de educación superior: 63 por ciento de estudiantes presenta signos de estrés (nerviosismo, molestia por cosas fuera de su control); 56 por ciento tiene ansiedad (temor, problemas para dormir); 47 por ciento depresión (decaimiento, tristeza) y 24 por ciento considera que necesita ayuda profesional (según la SEP).
Aprendamos de otros países, sobre lo que no debemos imitar: exaltar la hipercompetitividad y el individualismo extremo. En EEUU cada año hay mil 100 suicidios de estudiantes (¡3 al día!), es la segunda causa de muerte entre universitarios (n9.cl/ek7os). Una encuesta a jóvenes de 18 a 24 años reveló que 25% habían considerado el suicidio en los 30 días previos (CDC). Corea del Sur, con uno de los sistemas educativos más competitivos, es también el país desarrollado con mayor tasa de suicidio juvenil.
El “rigor académico” no es equivalente al abuso emocional. Algunas lecciones que dejó la pandemia son la “empatía” y la “rehumanización” de la educación. Darnos cuenta de que, igual o más importante que el aprendizaje disciplinar, es el fortalecimiento de la confianza y autoestima de nuestros estudiantes. Sin ello, no hay conocimiento que importe.
Twitter: @carlosivanmoren