Tuve el privilegio de presentar durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el último ensayo del filósofo Daniel Innerarity, titulado La libertad democrática. Sería descortés intentar sintetizar en una columna la fascinante complejidad de la propuesta teórica de Daniel, pero el texto es, elementalmente, una defensa de la libertad que sólo tiene sentido en colectivo.
La idea de libertad -concepto sublime cuando es comprendido adecuadamente- ha sido fuertemente manipulada durante las últimas décadas a causa, entre muchos otros factores, del anticomunismo recalcitrante de la Guerra Fría. Hoy la “libertad” vuelve a estar de moda, pero no entre las izquierdas, quienes la han defendido históricamente, sino entre la ultraderecha más salvaje.
El ejemplo más nítido, aunque también más vulgar, es la motosierra de Javier Milei, presidente electo de Argentina, destrozando las instituciones comunes y los bienes públicos para dar paso al libertarismo extremo. La tiranía del individuo.
La propuesta de Innerarity, en cambio, es un entendimiento de la única libertad posible, y tal vez la única deseable también: una que, al ser ejercida en plenitud, no lastime ni cercene los derechos de los demás. Una libertad en donde ser y existir no oprima a nadie, o al menos genere el mínimo de opresión posible, lo que exige, por supuesto, una razonable autolimitación. Por ejemplo, la existencia de las ciclovías reduce la libertad para moverse con velocidad en automóvil, pero facilitan la libertad de cientos de ciclistas.
Al conversar sobre libertad fue inevitable pensar en la FIL. Creo sinceramente, y disculparán la hipérbole, que la FIL es un espacio libre como pocas veces se encuentra. No sólo por los encendidos debates que protagonizan intelectuales y políticos de diversas, y antagónicas, posiciones ideológicas, sino sencillamente porque en sus pasillos la libertad es palpable. La libertad de viejos adversarios que se dan cuenta que no lo son tanto y se reconcilian, se persuaden. La libertad de los lectores para bailar de sala en sala disfrutando de presentaciones, sin solemnidad ni compromiso.
La fragilidad de la libertad se refleja en nuestra FIL. Preservémosla.
