En la película The Weather Man, David Spritz (interpretado por Nicholas Cage) es un exitoso, pero atormentado, presentador del tiempo en Chicago, quien se pregunta el porqué, siendo rico y famoso, la gente le lanza comida en la calle, seguido de agresiones y burlas. En una memorable escena, cae en cuenta de que lo que le arrojan es, invariablemente, comida rápida: hamburguesas; tacos; refrescos; un falafel. “Es fácil de hacer, barata, sabe bien, pero no te nutre realmente”, reflexiona Spritz. Y así, en abrupta revelación, reconoce que él mismo es “fast food”. Superficial y vacío, sin contribución social.
En México, a partir de esta semana comenzaron formalmente las precampañas electorales (lo de “pre” es mero eufemismo). Arranca el bombardeo con spots, jingles, Tiktoks, Whatsapps, fakenews y deepfakes. Al igual que a Spritz, los expertos de la manipulación y el marketing político nos arrojarán, sin el menor recato, millones de mensajes bien empaquetados, rápidos y baratos, que suenan bien y prometen solucionar todos nuestros problemas, pero que carecen de sustancia. Sin densidad ni en menor asomo de política pública. ¿Ejemplos? Vea el spot de ayer de Samuel García en X (antes Twitter). Fastfood, in extremis. Es apenas el comienzo.
Este bombardeo con chatarra electoral se combina con una ciudadanía agotada de participar en política; cansada de pensar. Según la encuesta El Dilema de la decisión 2023, aplicada en 17 países, 70% de las personas admiten haber renunciado a tomar decisiones basadas en análisis rigurosos, por la saturación de información en medios. Sin tiempo ni energía para reflexionar, la población está a merced de los mercaderes del fastfood electorero.
Estamos ante una tormenta perfecta. Por un lado, la polarización y el populismo aumentan los incentivos para el conflicto y la trivialización de la política. Por el otro, la híper-conexión, adicción a redes sociales y la impronta de la Inteligencia Artificial reducen dramáticamente los costos de producir y viralizar la mentira y la banalidad.
Es esta “carrera hacia el fondo” brillan por su ausencia la complejidad, la reflexión y el debate serio. Los nutrientes de la vida pública.