Ningún país estaba preparado para enfrentar la crisis económica que está causando el covid-19, pero ha habido respuestas adecuadas y otras muy irresponsables.
La reticencia de algunos gobiernos -como el de México- a adquirir deuda e inyectar liquidez a la economía se da bajo dos argumentos: 1. Reduciría el margen para tomar decisiones en política económica, y 2. El dinero iría a parar a la bolsa de grandes empresarios, a rescatarlos sin nada a cambio. Ambos escenarios son latentes, pero pueden evitarse con decisiones inteligentes de política pública (no es mucho pedir).
En medio de un contexto económico no visto desde la Gran Depresión de 1929, aferrarse al dogma de que toda deuda es mala es hasta criminal. Cuando la gente se está contagiando y muriendo y las empresas están cerrando, la “estabilidad macro” debe pasar a segundo término, como lo afirmó recientemente el gerente General del Banco de Pagos Internacionales, el mexicano Agustín Carstens (sí, es neoliberal).
Diversos países han impulsado sendos paquetes de estímulos para la reactivación económica. La respuesta fiscal global combinada equivale a 10% del PIB mundial. Recientemente, la Unión Europea lanzó un ambicioso plan de recuperación que representa 4.3% del PIB (850 mil millones de Euros). En América Latina, Chile y Perú han aprobado paquetes que van del ocho al 12% del PIB.
Las finanzas públicas de México son de las más sanas a nivel global, producto de gobiernos neoliberales. Nuestra deuda pública neta asciende a 52.5% del PIB (la de Japón es de 225%). Si, por ejemplo, contratáramos deuda por un 10% adicional del PIB, esto representaría 2.4 billones de pesos, alrededor de 40% del Presupuesto de Egresos de la Federación (2020).
Una inyección de recursos como esta, de manera inteligente, estratégica y condicionada, podría salvar a miles de pequeñas y medianas empresas, empleos y, sobre todo, vidas humanas.
Un estímulo financiero no tiene por qué ser un “lonche gratis” para la empresa. Por el contrario, puede ser una palanca para la transformación innovadora del sector productivo. México también debe tratar de aplanar la curva de mortalidad de las empresas y el empleo.