La capacidad de asombro es parte inherente en nuestra naturaleza como humanos, una buena pieza musical, una pintura, un aroma, entre otras cosas nos pueden transportar de un lado a otro de nuestra imaginación o nuestros recuerdos. A lo largo de nuestra historia, el interés por conocer más allá de las cuatro paredes de nuestro hogar, y hasta de nuestra comunidad, nos impulsó a viajar, de la misma manera, el poder adquirir productos de lugares lejanos no dio un sentimiento de asombro, de lujo y hasta de poder adquisitivo, de ahí nuestra fascinación por lo exótico.
Conforme este país fue creciendo, pasada la revolución de Independencia, el intercambio comercial con otras naciones tuvo una importancia significativa, el nuevo ciudadano mexicano tendría la posibilidad de adquirir productos importados sin necesidad de pagarle elevados impuestos a una Corona Española, al Virrey ni a ninguna autoridad, ese era parte del discurso del liberalismo mexicano, poder ser exitoso como persona y tener la libertad de desarrollarse en sociedad.
En realidad, debíamos de pasar por diversos sucesos, cambios gubernamentales, y hasta pérdida del territorio para, como primer punto, ser reconocidos como una nación democrática y de confianza, y segundo, garantizar a la ciudadanía la posibilidad de tener poder adquisitivo. Sin embargo, los productos importados ya tocaban a la puerta, los aparadores ya mostraban la última moda en París y los primeros cajones con ropa, allá por 1847, de J.B. Ebrard ya comenzaban sus primeros pasos antes de convertirse en "El puerto de Liverpool".
De esta clase de nuevos conceptos y nuevos productos, ya en tiempos de Don Porfirio, se comenzarían ciertos tratados de comercio, con el nada agraciado pero muy necesario, Estados Unidos. Al final del siglo XIX se vería una serie de alianzas comerciales con el vecino del norte, tan profunda que hasta el día de hoy seguimos atados a ellas. Aunque los gobiernos revolucionarios no fueron de su agrado, se buscaron limar asperezas y entablar diversas negociaciones, desde comercio de henequén, petróleo, vías de comunicación para el comercio y hasta envío de mano de obra.
Y, en pleno siglo XXI, la nueva administración norteamericana nos vuelve a poner en un predicamento, donde, al parecer, con la salida del TLC, o su reestructuración, cierto tipo de alimentos podrían subir de precios, pollo, semillas, frutas, tabaco, lácteos, etc. Y ¿qué tan grave puede ser? Pues, para una sociedad mexicana que sigue maravillada con lo "exótico", el impacto puede a ser grave, es más, uno de los alimentos que podría subir de precio es el maíz, base de la comida mexicana. Por lo que dejamos la siguiente interrogante ¿Podemos dejar de maravillarnos por lo exótico y sorprendernos con lo propio?