Cultura

¡Cantinero!

Vasos, gritos, baraja, cubilete, el dulce olor de alcohol, un bochorno indescriptible acompañado de una copa de licor, de vez en cuando una riña, golpes, empujones insultos y demás; una escena surrealista para todo aquel que es extraño de este ambiente, hablamos de las cantinas, curadora de penas, madriguera de los amantes de la parranda hasta altas horas de la madrugada, centro de vicios, pero también de pláticas, acuerdos, compañerismo y por supuesto de historia. Ya en una ocasión hablamos de la comida, la botana y demás aperitivos ofrecidos desde tiempo remotos en estos establecimientos, pero hoy tendremos una imagen descriptiva de lo que fue, más o menos, una cantina en el Porfiriato.

 Lugares limpios y cómodos en el que desde el rico hasta el bohemio se disponían a degustar algún vino caro, dándole un “aire” al estilo norteamericano, pulcro y sobrio, tiempos en los que Porfirio Díaz remarcaba su gusto afrancesado, negando toda ligadura con sus raíces indígenas, con tendencia a los cafés, arquitectura y cultura meramente europea.

Lo único existente eran las vinaterías de tipo colonial, mesas sencillas las cuales se denotaban por sus marcas de cigarrillos en las orillas,  taburetes duros de palo blanco, un quinqué a mitad de salón, con pisos sucios llenos de colillas tiradas por todo el suelo, donde el que atendía podía ser un español de muy mal humor o un mexicano de insurrecta caballería, en caso contrario con las cantinas de época, donde el cantinero estaba bien afeitado, lleno de buenos modales y repartiendo sonrisas por doquier.Barras altas, con descansa pie pulidos, mesas cubiertas de mármol, sillas de bejuco, los camareros con mandiles largos, en fin todo un mundo de aseo.

Y así las cantinas captaban la atención de una clientela con ganas de saborear los famosos cócteles, high-balls, los draks y los olorosos mint-jules; que eran acompañados por una nueva versión de las botanas, donde en esta ocasión eran presentadas, milanesas en camas de lechigha, frijoles refritos, pavo al horno decorado con rodajas de limón, bacalao a la vizcaína, aceitunas junto a rebanadas finas de pimiento morrón rojo, etcétera. Un festín desde cualquier punto de vista, donde la “clase” era ahora parte del servicio, se cambiaron loas viejas barajas por naipes, ahora sonaban los dados rebotando de una lado al otro del cubilete de cuero. Una transformación que se vio desplazada por los bares, quienes cambiaron los platillos exuberantes por palomitas y cacahuates de varios tipos, dejando a las cantinas como eran antes las vinaterías, lugares de mala nota, luchando por no desaparecer, por subsistir en un mundo de modas, viejos bohemios y recuerdos que quedan plasmados en fotos que con el tiempo van perdiendo su color.


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Benjamín Ramírez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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