En medio de tensiones arancelarias, discursos rígidos y una relación bilateral que por momentos parece frágil, México tiene hoy una poderosa herramienta para suavizar el camino con Estados Unidos y, al mismo tiempo, proyectarse con mayor fuerza hacia el mundo: su potencial productivo.
Las recientes decisiones de empresas como Bimbo, BMW, Tesla, Amazon o Nestlé de ampliar sus operaciones en el país no solo reflejan confianza empresarial. Representan una ventana histórica para que México redefina su papel como socio económico estratégico, no solo del norte, sino del planeta.
En el actual reacomodo global, donde muchas naciones buscan acortar sus cadenas de suministro, diversificar riesgos y acercar sus procesos productivos a mercados clave, México aparece como una opción natural: por ubicación, por talento humano, por tratados comerciales, y por su estabilidad relativa en la región.
Pero esta ventaja puede ir más allá de la logística. Si México consolida su rol como centro confiable de manufactura, tecnología, alimentos, autos eléctricos o farmacéuticos, puede usar esa palanca económica para descomprimir la relación con Estados Unidos. Ya no solo como exportador de insumos o mano de obra, sino como un verdadero socio estratégico que aporta valor, innovación y soluciones compartidas. Una economía fuerte y cooperativa puede ser el puente más sólido en tiempos de desencuentro político.
Al mismo tiempo, esta oportunidad obliga a mirar más allá del norte. México puede y debe diversificar sus relaciones internacionales, fortaleciendo vínculos con Europa, Asia, América del Sur y África. No se trata de romper con nadie, sino de construir una presencia global más equilibrada, donde el país sea reconocido por su productividad, creatividad y capacidad de respuesta frente a los desafíos globales.
Esto requiere visión de Estado, acuerdos de largo plazo, impulso educativo y tecnológico, y también responsabilidad social. Las grandes inversiones no deben ser burbujas que se aíslan del país, sino motores que detonan bienestar local, empleo digno y cadenas productivas internas.
Hoy México no solo puede ser un destino atractivo para invertir. Puede ser un actor que inspire confianza, construya puentes, y se dé a conocer al mundo desde lo mejor que sabe hacer: trabajar, crear y colaborar.