En la novela “Las ilusiones perdidas” de Honoré de Balzac, de estilo realista y descarnado, narra el intento de un joven de provincia llamado Lucien, por conquistar la gloria literaria. Balzac dedica esta obra a Víctor Hugo, que describió el sufrimiento y el heroísmo en las calles de París. Los dos colaboraron en periódicos, y esta novela evidencía las cloacas de la letra impresa.
Lucien es poeta, novelista, guapo y pueblerino. Ser chic en París es una obligación, escribir poemas es una costumbre, se burlan de él “¿Poeta? Aquí todos somos poetas, haz algo de mérito”. Vestirse bien, por ejemplo, ser elegante, saber conversar. Son unos meses en París y conocemos el despotismo y el abuso de los dueños de las editoriales, que pagan regalías ínfimas por el “privilegio” de que el autor pueda ver publicada su novela. El negocio de los distribuidores que regatean los tirajes de libros, retrasan pagos, venden las marquesinas en donde exhiben los volúmenes, cada centímetro de la librería es susceptible de sacarle dinero.
Triunfar en París es la consagración, afuera de las editoriales los jóvenes se amontonan con sus manuscritos bajo el brazo. Lucien es uno de ellos, abandonado por su amante pasa hambre, frío, vive en una buhardilla, la vida en París es carísima, apenas puede comprar pan y leche. Balzac describe el mundo editorial con crueldad, se ve que los padeció toda su vida, tuvo que soportar su grosera arrogancia. Los ridiculiza, son buitres ignorantes que quieren vender y no les importa la calidad de los libros que publican.
En la desesperación pide trabajo en un periódico, y se da cuenta de cómo los columnistas venden la columna, favorecen o atacan personajes de la sociedad y la política previo pago. Lucien tiene talento, lo ponen a prueba y sus columnas tienen éxito. En esa época se imprimían más ejemplares que ahora, un semanario pequeño imprimía más de 20 mil ejemplares y un periódico superaba los cien mil. Había semanarios de política, moda, cultura y varios periódicos. Las novelas se escribían por entregas y aparecían publicadas cada semana.
Entre el mundo de la literatura y el periodismo los escritores repartían su talento y su honorabilidad. La vida de Lucien va de la desilusión a la corrupción, el arribismo y la pobreza. El mundo editorial no ha cambiado, la novela de Balzac se puede trasladar íntegra a nuestra época, los editores déspotas, la miseria de las regalías, la rapiña de la distribución y la preferencia por un libro mediocre porque vende, aunque en un mes esté en los remates de descuento.
La radiografía del periodismo es como el día de hoy, es fácil detectar las columnas en venta, las extorsiones, así como la honestidad y el oficio. Casi dos siglos después, aunque el fango persiste, el enorme placer de ver publicadas en un libro o un periódico las palabras que antes estaban en la mente es el mismo que vivió Hugo, Balzac y miles de autores que depositan sus ilusiones en el misterioso trayecto hasta la mirada de los lectores.