Las protestas que no dimensionan un problema, lo minimizan y en muchos casos lo desprestigian o distorsionan ante la opinión pública. En recientes fechas hemos visto grupos de ambientalistas que agreden obras de arte en protesta por el uso de combustibles fósiles. El primero arrojó un pastelazo a la pintura de Gioconda en el Museo de Louvre, en París; en el segundo una pareja pegó sus manos con pegamento al cristal que protege la Primavera de Botticelli en la galería Uffizi en Florencia; los terceros pegaron sus manos al pedestal de una escultura de Boccioni.
Es sintomático de una sociedad infantiloide, que quiere resolver todo con maniqueísmos, que hagan manifestaciones que evidencía su torpe visión de la realidad.
En un comunicado dijeron que “no podía existir arte en un mundo que se estaba derrumbando”.
Es increíble la arrogancia y la ignorancia de esa aseveración, el arte ha existido en las peores circunstancias y ha significado una esperanza para la humanidad.
Somos capaces de crear en las pestes, la guerra, las crisis económicas.
Estos niñatos no saben que el mundo siempre se ha estado derrumbando, y que es parte del destino de la humanidad la reconstrucción de lo destruido, es nuestro ciclo.
Es indignante que ataquen una obra de arte por una posición ideológica. Las grandes corporaciones petroleras ni se enteran ni les afecta en lo más mínimo, y tampoco a los gobiernos que hacen negocios con ellos, esto es para salir en las redes y hacerse famosos.
Los combustibles fósiles no son malos en sí mismos, y no son lo único que está dañando al planeta y a nuestra salud.
Existen decenas de factores, y todos debemos apoyar a la conservación de nuestro entorno.
Si estos niñatos y su campaña, que parece pagada por alguna empresa, piden que no más petróleo, ¿con qué lo van a sustituir? Energías limpias, solar o eólica, no harán que un avión de pasajeros vuele.
Es ofensivo el maniqueísmo de una idea tan inmediata y reactiva, y que pongan en riesgo una obra de arte irrepetible, de incalculable valor artístico.
República del Congo posee el rainforest que es el último santuario de gorilas que existe en el planeta, su selva es la segunda más grande después de Amazonas.
Debajo de esa naturaleza imprescindible para el equilibrio del clima planetario y para la vida de miles de animales salvajes y vegetación, están grandes yacimientos de petróleo.
Ese país es uno de los más pobres del mundo, y por eso van a subastar los terrenos a las compañías petroleras.
Es una tragedia, y estos niñatos se van al Museo de Louvre y a los Uffizi.
En todas sus declaraciones nunca mencionaron a República del Congo, y tampoco proponen soluciones.
Amo a la Naturaleza, estoy consciente de la urgencia de un cambio y hago lo que está en mi capacidad para apoyar a la conservación, pero estos niñatos y sus protestas enemistan a la sociedad con una causa urgente.
Avelina Lésper
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