Mi primera lectura de la novela “Pedro Páramo” fue gozosa pero también difícil ya que no conocía México y el Comala de Juan Rulfo con sus personajes, dramas y tragedias me parecía misterioso y oscuro. Creo que en aquel entonces no caí en cuenta que el universo de Rulfo se compone de tiempos y espacios distintos, personajes vivos y muertos que construyen un todo y crean un relato complejo, fluido e inquietante.
Ver con mucho suspenso la nueva versión fílmica de “Pedro Páramo” dirigida por el cinefotógrafo Rodrigo Prieto y producida por Netflix, revivió la memoria de las distintas lecturas que hice de la novela y las adaptaciones cinematográficas que pude conocer desde que vivo en México. Estaba decidida a no buscar la novela en el filme sino entregarme por completo al relato fílmico. Y es lo que hice y lo que enriqueció el deleite de la película de Prieto. Pienso que es al mismo tiempo profundamente mexicana pero también muy poderosa en construir una experiencia fílmica actual y universal. El trabajo de adaptación del guionista Mateo Gil, la estética visual y la dirección de Rodrigo Prieto, la música de Santaolalla y el trabajo actoral del elenco crean un filme impactante y profundo.
La historia que nos transmite el guión se construye sobre voces que recordamos del texto de Juan Rulfo: Recuerdos, sucesos, leyendas, anécdotas, sueños y pesadillas. Tanto subjetivos como objetivos desde el primer comentario en off de Juan Preciado “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”, el diálogo de Juan con el arriero Abundio, los comentarios de mujeres como Eduviges y Damiana hasta las conversaciones de Pedro Páramo adolescente con su amada Susana y sus conversaciones con el capataz Fulgor. El filme recurre a las voces y las narraciones de los personajes vivos y muertos para integrar un gran fresco de un lugar a través del tiempo, describir obsesiones, traumas y el paso del tiempo en la vida de un patriarca y cacique. Interesante que el filme se acerque en lo general en un relato cronológico, introducido y aderezado por flashbacks, secuencias descriptivas u oníricas que van desde el horror de un pueblo muerto, la exaltación de una fiesta de boda hasta la poesía de un joven amor. Son secuencias inolvidables que captan la emoción del espectador y lo transportan a un universo donde los sucesos, ambientes y sentimientos conforman un flujo continuo y cambiante.
Es en esta transposición del guión al filme como relato dramático audiovisual, que aparece la maestría de Rodrigo Prieto como director y cinefotógrafo junto a Nico Aguilar, la banda sonora creada por Gustavo Santaolalla y la espléndida interpretación de los actores que materializan las vidas, identidades, deseos, ambiciones, dramas y tragedias mexicanas y humanas. El “Pedro Paramo” de Rodrigo Prieto es un filme que se antoja ver varias veces ya que su complejidad permite varias lecturas. Es lo que nos ha pasado con el texto de Juan Rulfo. No deja de sorprendernos en cada nuevo acercamiento y no parece envejecer. ¿Será cierto que en verdad todos somos hijos de Pedro Páramo?