Política

El país del frappuccino Unicornio

Seguramente esta columna no la va a leer nadie pero la tengo que escribir por la más elemental dignidad.

Quienes nos dedicamos a la comunicación todo el tiempo estamos enfrentando retos, pero hoy tenemos uno muy grande: ¿qué quiere la gente?

Sí, me queda claro que la nota es la nota y que el periodismo se encarga de cubrirla o de que, por el lado del entretenimiento, haya personas creativas que no paren de inventar historias y personajes.

Pero nadie en esta industria trabaja para sí mismo. Trabajamos para las audiencias. ¿Qué quieren?

Me interesa mucho saberlo porque a lo mejor estamos equivocados, a lo mejor estamos mirando hacia donde no deberíamos.

Yo, por ejemplo, pensé que con lo de Duarte el país entero se iba a volcar reclamando información y análisis, pero no, nos quedamos al nivel de los memes, jugando a la conspiración, concentrándonos más en la sonrisa de este señor que en cualquier otro dato.

Como bien me hizo ver un gran antropólogo: ¿qué se hace cuando el mercado quiere estar enterado pero no informado?

¿Qué se hace cuando la gente se asombra más con el frappuccino Unicornio de Starbucks que con la muerte de El Toro en Tamaulipas?

¿Qué se hace cuando las multitudes no le pican a los links, cuando no quieren leer más allá de las primeras frases de un texto o cuando casi cualquier video se les hace largo?

No es que el público esté mal o que se haya vuelto superficial. No pretendo juzgar a nadie.

Lo que quiero es entender lo que está pasando porque aquí están las claves tanto de la supervivencia de los medios de comunicación, viejos y nuevos, como de las nuevas estrategias de ascenso social y político.

¿En verdad vale la pena, hoy, desarrollar contenidos, dar y analizar la información, como se hacía en los tiempos de nuestros abuelos?

Antes solo un grupo muy privilegiado de especialistas podía crear y opinar.

Hoy cualquier persona puede crear y opinar, hasta mejor que los profesionales, en cualquier lugar y obtener resultados de todo tipo.

Sí es importante detenerse en esto porque, por un lado, los medios gastan fortunas en productos y en esquemas que tal vez ya no vengan al caso y, por el otro, las fuentes también están pasando por lo suyo.

¿Quién le dice a usted que los políticos, en lugar de estar trabajando alrededor de los grandes temas, serían más populares si se tomaran fotos comiendo tacos al pastor?

Las redes y sus estrellas son un mito. A tantos años del nacimiento de Twitter, Facebook y todo lo demás muchas personas ya comienzan a entender las dinámicas, las verdades, las mentiras y hasta los precios de algunos supuestos fenómenos de amor y de odio.

En los medios nuevos hay tanta basura y tanta manipulación, o más, que en los medios tradicionales.

Y ni hablemos de las apps o de las OTT como Netflix porque si le rascamos vamos a llegar a la conclusión de que en ellas seguimos viendo todo lo bueno, pero también todo lo malo, que veíamos antes en otros lugares.

¿Qué quiere la gente? ¿Cómo se quiere enterar, informar y entretener ahora? ¿Sobre qué temas? ¿Hasta qué punto?

Si no tomamos cartas en este asunto, la industria de la comunicación, toda, podría colapsar en muy poco tiempo. ¿O usted qué opina?

¡atrévase a opinar!

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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
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  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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