Soy el fan número uno de una serie que se transmite los martes, como hoy, a las 21:00 en History. Se llama Gigantes de la comida.
¿Por qué? Porque le da su lugar a esa otra parte de nuestra cultura pop que, por diferentes razones comerciales, casi nadie se atreve a mencionar: los alimentos.
Perdón por lo que voy a decir, pero tan importante es Star Wars como Coca-Cola. Tan entrañable es Let It Be como una cubeta de pollo Kentucky.
Gigantes de la comida le da su lugar a todas estas manifestaciones de una manera divertida, asombrosa y con un nivel similar al de la mejor serie documental de Netflix o de HBO.
La temporada dos acaba de comenzar y no sé usted, pero el martes pasado yo floté de placer descubriendo todo lo que había detrás de algunos de los más famosos chocolates del mundo como Reeses y Baby Ruth.
No sólo me emocioné, me divertí, aprecié, aprendí y me inspiré con un contenido positivo que rompe con todo lo que existe en el mercado y con el que todos los miembros de mi familia pudieron empatizar.
Hoy tocan pizzas: Pizza Hut, Domino’s Pizza. ¿Se piensa perder estas historias? No, por favor.
Aquí hay muchos enigmas. ¿Qué tan pizzas son las pizzas que llamamos pizzas? ¿En dónde se inventaron? ¿Por qué?
No le digo más porque no le quiero vender trama, pero tuve el privilegio de ver este material con anticipación y enloquecí.
Las pizzas, estas pizzas, son parte de lo que somos, nos dicen cosas. Por nada del mundo se vaya a perder hoy “Gigantes de la comida”. Será feliz. Se lo garantizo.
Yo sí lloré
En 1990 hice la crítica de Ghost, la sombra del amor, una película tan bonita que, cuando entrábamos a ciertos cines, en el Monterrey de aquel entonces, nos daban un paquetito de pañuelos desechables porque muchas personas nos poníamos a llorar.
Acabo de ver Ghost, la sombra del amor, el musical y yo sí lloré. Soy un ridículo. Lo sé. Pero sí me conmovió, sí me gustó y sí me dejó con la boca abierta.
Le voy a ser muy sincero: llegué al Teatro Manolo Fábregas con mucho miedo. Dije: esto no le va a llegar ni a los talones a la película, va a estar muy raro en musical.
Más tardó en empezar la función que está impresionante producción de Mejor Teatro y Morris Gilbert en callarme la boca.
Le juro que pocas veces en mi vida he visto semejante calidad de efectos especiales en una obra de teatro.
Ghost es un musical a lo grande. Para quienes vimos la película, fue increíble porque fue como viajar en el tiempo, como volver a ser felices.
Y como fui con gente joven que jamás había visto el filme, puedo afirmar que la historia funciona igual que en 1990. ¡Gran momento de convivencia familiar! ¡Gran momento de romance!
La adaptación a musical es buenísima y el reparto es excelente. No hay manera de ver a Agustín Argüelo, a Dai Liparoti, a Alex Brizuela y a todos los demás, y de no creerles el amor, la traición, la esperanza.
Pero Lorena D’ la Garza interpretando a Oda Mae merece un monumento. Está chistosísima, deliciosa, entrañable.
Hoy, más que nunca, debemos apostar por la certeza. Ghost, la sombra del amor, el musical es certeza, es garantía, es muchas cosas que ya no se hacen y que vale la pena revivir, descubrir.
Por favor vaya a verla. Le va a encantar. De veras que sí.