Por el distinguido coahuilense Mauricio Beuchot (1950), miembro de las academias mexicanas de la Lengua y de la Historia, a quien conocí el año pasado en la Feria del Libro de Arteaga, supe de algunos pensamientos que rondaban a uno de los padres latinos que marcó toda la Edad Media, principalmente a aquellos que siguieron una corriente neoplatónica: San Agustín (354-430).
Nacido en la actual Túnez, este pensador creía que el hombre es un alma prisionera en un cuerpo al que rige y si bien pondera la nobleza del trabajo, admite la esclavitud. En De la ciudad de Dios, escribe Beuchot en su breviario Historia de la filosofía medieval (FCE, 2013), San Agustín dice que nadie es esclavo por naturaleza, sino por guerra o compraventa, y se dedica a llamar la atención hacia “los derechos naturales” del esclavo, “que no es animal, sino persona, y a hablar del buen trato que el amo cristiano debe dar a quienes lo sirven”.
En este pequeño volumen, lleno de luces, Beuchot asegura que San Agustín se adelantó a Descartes con su yo pensante, “pues aun si me equivoco, esto sucede porque existo”, que solo refiero de pasada porque antes bien me interesa llamar la atención sobre lo que dirá estos días la cultura de la cancelación sobre esas palabras que el filósofo escribió allá en el comienzo de las invasiones bárbaras, a propósito de los esclavos, en una realidad tan lejana como su pertenencia temporal: el Medievo.
Hoy que esta corriente de ¿pensamiento? impulsa una auténtica campaña de exterminio cultural, con el derribo de estatuas y la proscripción de textos y filmes bajo el argumento de la corrección política y un falso halo incluyente, habrá que cuidar ya no solo efigies, sino libros y aun bibliotecas, que pronto serán objetivo de estas hordas incapaces de razonar con el contexto de cada obra o, más aún, de cada palabra.
Cuando estos despropósitos cunden, siempre me angustio de pensar en lo que harán con las cabezas de genios como Jorge Luis Borges o Fiodor Dostoievski o Charles Dickens por algún verso, algún párrafo, algún diálogo de pillos indigno de sus castas conciencias, de sus limitadas capacidades para observar cada fenómeno en su tiempo. ¿Qué pasará con San Agustín y su concepto de esclavitud?