Cultura

Vivir a mil metros de la Franja

Parada de autobús protegida contra atentados con vehículos. Alfredo Campos Villeda
Parada de autobús protegida contra atentados con vehículos. Alfredo Campos Villeda

Sederot es la ciudad israelí más próxima a la Franja de Gaza, a menos de un kilómetro. Su población es la primera en recibir los proyectiles de Hamás, es la que menos tiempo tiene para protegerse en los refugios cuando suena la alarma y no cuenta con parques infantiles en forma. Las paradas de autobús han sido resguardadas por bloques de cemento para evitar atropellamientos. Cada casa, además, tiene un cuarto de pánico no en los sótanos, sino en las partes altas.

El ataque del grupo Hamás el sábado por la mañana, que frente a la sofisticada Cúpula de Hierro israelí que intercepta nueve de cada 10 misiles, echó mano de una invasión hormiga de terroristas disfrazados de trabajadores palestinos y parapentes en los que aterrizaron en territorio judío, no tocó primero Sederot, pese a la proximidad, aunque sí tuvo impacto horas después apoderándose de la comandancia policiaca, liberada cuando ya se había ejecutado a los uniformados y a varios civiles.

Solo pararse junto al muro y las rejas que delimitan la Franja de Gaza, una tarde de marzo de 2022 con tormenta de polvo que apenas deja entrever un sol rojizo en el horizonte en el área de Nativ Haasara Moshav, sobre un suelo árido y un viento perturbador, estruja el pecho al visitante por la historia infinita de enfrentamientos, represión y atentados terroristas que dibujan esta violenta vecindad.

Más al sur, en el Parque Nacional Eshkol, incluso el gobierno israelí mandó plantar árboles a lo largo de toda la carretera principal, pero solo del costado que da hacia la distante Franja, como una medida de precaución ante la amenaza de francotiradores. Una locura. Mismo pensamiento que domina cuando el visitante conoce al comandante encargado de la seguridad de toda esa área cercana a Sederot, un chico de apenas veintiséis años con semejante tarea a cuestas: un Rambo con todo su equipo táctico y el fusil al frente, listo para la acción.

Mismo caso del comandante a cargo de la seguridad en Hatsrot Yassaf, zona que recibe al caminante con un cartel que reza “Ventana al Mediterráneo” en inglés y en hebreo. Ahí hay una instalación militar que alberga uno de los equipos denominados Cúpula de Hierro, desplegada a partir de 2011 por vez primera en Beersheba y que consiste en un sistema móvil que lanza cohetes para interceptar misiles de corto alcance, operado por una decena de soldados en tierra y una batería desde cuarteles de inteligencia. El joven a cargo tiene apenas veintiocho años.

En otra zona donde se respira la tensión es en los Altos del Golán, meseta cuyo ascenso exhibe una zona bautizada “Altos de Trump” en honor al magnate estadunidense, gran amigo del primer ministro, Benjamin Netanyahu, aficionados ambos a la idea de los muros, aunque por distintas razones. En la cima hay figuras metálicas de animalitos y hasta de un dinosaurio, elaboradas con material de misiles como una respuesta con arte al disparo de otro enemigo israelí, pero en el norte, Hizbolá, aliado de Irán. Desde esa zona se distinguen las fronteras de Siria y Líbano.

Flores en el desierto

La sociedad israelí, como pasaba con Ben-Gurión, tiene una experiencia especial con las flores. Siendo excepcionales en un entorno agreste, sobre todo al sur, surgen sin embargo de tonalidades amarillas en el Néguev, en Deir al Qilt, al oeste de Jericó, o rojizas en las planicies del Parque Nacional Eshkol, en Be’Eri, próximo a la Franja de Gaza. Su fugaz aparición en el año, la primavera en Galilea, por ejemplo, motiva que familias enteras aprovechen la época para ir al campo con la única finalidad de contemplarlas. Jericó, la ciudad de los dátiles, es también por cierto un oasis en el Valle del Jordán.

En esta región del sur de Israel hay tres actividades de gran relevancia. Una es la del equipo de bomberos y el Fondo Nacional de la Tierra, que instalan torres de vigilancia porque es común que desde Gaza, cuando cambia la dirección del viento, lleguen globos de helio cargados con explosivos que generan incendios. Solo en 2018 hubo mil doscientos setenta episodios, de los que apenas cien fueron naturales, y desde 2020 ya se acumulaban más de quinientos. El director de los apagafuegos presume, como si de una medalla se tratara, que su nombre está en una página de internet de Hamás como un “objetivo prioritario”.

La segunda es el despliegue de invernaderos que con adelantos tecnológicos propios logran cultivos de aguacate Haas, pero también proliferan los experimentales de tomate, fresa y hasta nopales con tunas, productos éstos que llevaron los árabes a Medio Oriente de España, a su vez importados de México. Toda esa producción es un gran negocio de venta hacia la Unión Europea. Una tercera actividad es el ciclismo aglutinado en un club que presume ser el más grande a escala nacional.

Todo eso, a un kilómetro de la Franja de Gaza, fue blanco de Hamás y después campo de batalla.


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Alfredo Campos Villeda
  • Alfredo Campos Villeda
  • Director de @Notivox Diario. Autor de #Fusilerías y de los libros #SeptiembreLetal y #VariantesdelCrepúsculo. Lector en cuatro lenguas. / Escribe todos los viernes su columna Fusilerías
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