En medio del escándalo por los señalamientos de plagio de tesis contra la ministra Yasmín Esquivel, a quien el propio Presidente hundió con la expresión de que sus acusadores “son peores”, vino a la memoria el caso de un hombre que usurpó el papel de médico, carrera que dejó a medias, y cuando resultó pillado, antes que afrontar la realidad de ser un mentiroso desde los 18 años, tomó la peor decisión, que devino tragedia.
El escritor francés Emmanuel Carrère, un periodista que se convirtió en autor de ficción y después volvió a la reporteada, contó esa historia en su aclamada novela-reportaje o reportaje novelado, como prefiere llamarlo, El adversario (L’Adversaire, Gallimard, 2000), que usted puede hallar editado por Anagrama en su serie Colección Compactos.
“¿Inspiración? ¿Musas? No, con la realidad es suficiente”, me dijo el autor durante una entrevista en 2017, refiriéndose precisamente a que la vida diaria ofrece historias como la del francés Jean-Claude Romand, quien todas las mañanas tomaba su auto y se dirigía a trabajar, en la versión oficial que daba a su familia y amigos, a las oficinas de la Organización Mundial de la Salud, en Ginebra.
Un amigo cercano le contó a Carrère que lo despertaron a las 4 de la mañana del 9 de enero de 1993 para avisarle que un incendio había consumido la casa de Jean-Claude y que había víctimas fatales. La esposa y los dos hijos. Él era el único sobreviviente, tenía pulso mínimo y fue trasladado e inducido a coma en un hospital. Pero había más. Cuando fueron a darle la noticia a los abuelos, debieron forzar la puerta y los hallaron, también, muertos.
Una vez que despertó en el hospital se encontró con la noticia de que la policía ya había descubierto que su esposa falleció por heridas infligidas en la cabeza con un instrumento contundente; los chicos, víctimas de balas. Después prendió fuego a la casa, llamó a Emergencias y se hizo el muerto, con algunas escoriaciones. Los abuelos, también abatidos a tiros. Solo sobrevivió el perro. Él quiso negar todo, como lo había hecho desde los 18 años.
Y todo, básicamente, porque había sido pillado usurpando la función de médico, el papel de investigador de la OMS, cuando solo era un vil estafador y no podría afrontar su vida de mentiras.
Alfredo Campos
