Para efectos históricos, el candidato Luis Donaldo Colosio fue víctima de un pistolero solitario. Tres de cuatro fiscalías especiales para investigar el caso concluyeron que Mario Aburto Martínez decidió acudir al mitin del PRI en Lomas Taurinas, hacerse paso en medio de la multitud, librar el dispositivo diamante de seguridad, sacar su pistola de fabricación brasileña y pegar dos tiros imposibles al político sonorense.
Cualquier persona con alguna duda sobre el particular será remitida a los miles y miles de fojas que sustentan científicamente que las cosas fueron así en medio de aquel terregal y la música ensordecedora de “La culebra” a ritmo de la banda Machos. ¿Que quién mandó a los reporteros que cubrían la campaña del candidato a hacer shopping a San Diego? ¿Que por qué el coordinador de campaña, Ernesto Zedillo, se quedó en Sinaloa y no acompañó a su jefe al acto de Tijuana? Nada, asómese a los miles de fojas y ahí estarán las respuestas.
Cuando la incredulidad y las teorías de la conspiración están tan vivas como entonces, hoy, treinta años después del magnicidio, la pesadilla vuelve con el asesinato de Alfredo Cabrera, candidato de PRI, PAN y PRD a la alcaldía de Coyuca de Benítez, en el violento Guerrero, cuando el hombre se disponía a subir al templete para su cierre de campaña.
El momento del crimen, captado con insólita oportunidad a menos de un metro por un asistente que grababa la llegada de Cabrera, marca con sello indeleble el sino de una campaña que ya venía teñida con tinta sangre desde los prolegómenos y que alcanza su tope con la imagen de una mano asesina que acerca su pistola a la nuca del indefenso político y le dispara.
Ultimado pese a que tenía el acompañamiento de la Guardia Nacional, hoy se argumentará que no hay defensa contra un asesino que está dispuesto a intercambiar su vida por la de su víctima, como sucedió este miércoles en Coyuca de Benítez, donde el sicario fue abatido cuando ya había cumplido con su misión de tinieblas. Es temprano para saber quién ordenó el crimen, por qué, pero la opinión pública debe estar preparada para una explicación como la del caso Colosio. O como las que ensaya el Presidente: la violencia se debe a vínculos entre autoridades y delincuentes.
¡Ah, bueno!
