Ingeniera de profesión, empresaria-política de quehacer cotidiano e indígena de origen, Xóchitl Gálvez apareció en el escenario público con Fox, llegó a ser candidata a gobernadora en la era de Calderón y jefa delegacional en el sexenio de Peña. Hoy desde el Senado vio una oportunidad para competir por la Jefatura de Gobierno de la capital y ahí estaba, formada en la lista de los aspirantes de la oposición, con alguna esperanza efímera de salir airosa de la rebatiña. De súbito, le cae un regalo.
Su compañera de partido, la neopanista Lilly Téllez, desistió de ser precandidata a la Presidencia, cuando encabezaba las encuestas de la oposición, y de un momento a otro Gálvez ocupó su lugar con una jugada magistral: ella, que también había dicho que lo estaba pensando por el lío del método en que está metido el bando antiobradorista, aprovechó la declinación de la sonorense para decidir que sí quiere ir por Palacio, lanzó un video de respuesta a Claudia Sheinbaum de por qué una mujer debe ser presidenta y amaneció arriba de Santiago Creel en las consultas.
¿Qué méritos tiene Gálvez para aspirar a la Presidencia? Dirá que los mismos que tuvieron Fox, Calderón y Peña. ¿Qué la diferenciaba de Téllez? Ésta es el espíritu pendenciero, el discurso antiabortista, el recuerdo de un atentado hace veintitantos años y de su “entrevista” a modo a Peña preguntándole “cómo tuvo la valentía” de presentar sus reformas estructurales.
Gálvez, a su vez, se reduce a la majadería. Y a los medios les parece chistoso. Como Téllez en tribuna. No habían pasado 24 horas de su video y ya estaba diciendo ante un micrófono que tendrá “un gobierno sin ladrones ni pendejos ni güevones”, para el júbilo del respetable, que explota en aplausos por la “espontaneidad” de la ingeniera, como cuando se disfrazó de dinosaurio. Ocurrencias.
Ahora, por cierto, ese discursito de Sheinbaum de que es turno de las mujeres y de que las que vienen de abajo como Delfina Gómez y etcétera se le va a revertir, porque es un rollo que le viene perfecto a la hidalguense.