Entre los diversos terrenos a los que el Presidente dirige a sus adversarios y caen sin oponer resistencia está el de que una marcha por Reforma o una concentración en el Zócalo son parámetros para medir fuerza, popularidad, ventaja en encuestas y respaldo a toda política. Él, experto en la movilización, por eso desestima toda aquella que no sea promovida por su partido y, en concordancia, que intente expresar descontento con
su gestión.
Cuando la oposición osa organizar alguna movilización él se adelanta a descalificarla y, acto seguido, antepone una apadrinada por él y los suyos para demostrar que puede llevar más gente, sin importar si las calles del Centro se convierten en un estacionamiento gigante por los camiones que traen a la militancia viva, cómo no, desde los distintos puntos geográficos de este pobre país a esta pobre ciudad, blanco de una decena de marchas o bloqueos a diario en promedio.
El uso extorsionador de las marchas, diez por día, sí, les ha quitado legitimidad en general aun a las que abanderan causas justas, pero los adversarios del Presidente, bisoños en la materia, han querido competirle en el terreno que él mismo los metió, donde más seguro se sabe, con todas las artimañas al alcance de su mano desde el poder que detenta. Por eso la CNTE no se quitó para dar paso libre completo a la marea rosa y sí desaparecerá cuando sea el turno de Claudia Sheinbaum. No contaba la oposición conque su candidata, Xóchitl Gálvez, echaría todo por la borda esa misma noche en el debate, por cierto.
Por lo demás, la oposición soslaya el “poder carismático”, para decirlo con el concepto de Max Weber, es decir, aquel que se basa en la sumisión afectiva a la persona del jefe y al “carácter sacro”; el que manda es el guía, un profeta o un gran demagogo que tiene una legión de “discípulos”. Montado en el aparato que él mismo erigió, el grupo de candidatos de su elección arrasó en 2018 y hoy todo gira en torno de él.
La oposición debió haber construido un candidato desde el día que José Antonio Meade y Ricardo Anaya se fueron a casa. Pero prefirió esperar a que el Presidente le eligiera una y a competirle en las calles. El resultado no podrá ser otro, por lo menos a escala nacional. Ya veremos qué sucede en la capital.