Ayer, el escritor y periodista Humberto Musacchio presentó, en el auditorio principal del Icshu, su libro “La Universidad de México 1551-2001”, publicado por el Fondo de Cultura Económica. La obra, ubicada en la intersección de los rigurosos ejercicios académico y periodístico, condensa en 300 páginas la historia de la máxima casa de estudios del país desde su fundación por decreto virreinal, hasta los albores del siglo XXI.
Su recorrido da cuenta de rectores célebres, estudiantes destacados y periodos históricos poco conocidos, así como su transición a la autonomía y la gestación de los procesos académicos y de investigación que la tienen hoy como un referente de Latinoamérica y dentro de las mejores del mundo.
Pero también cuenta del papel fundamental de la Universidad en los procesos de transición que ha sufrido nuestro país y de la importancia del pensamiento crítico de las juventudes universitarias para radicalizar y acelerar ciertos cambios políticos y sociales. A pregunta del público, Musacchio responde algo como: “Me dolió ver a mis compañeros asesinados”; y más tarde: “El 68 aceleró los procesos democráticos que hoy son innegables”. Pero es cuando le preguntan por los retos a corto plazo de la Universidad cuando Musacchio responde algo que llama mi atención: que la UNAM en particular (pero todas las universidades públicas en general) ha descuidado a sus profesores por asignatura, condenándolos a la incertidumbre laboral, lo cual, evidentemente, impacta en su motivación y en la calidad académica de la institución. Lo paradójico es que las universidades siguen abriendo y modernizando campus al tiempo que descuidan a sus profesores por horas… Mussachio remata: “los profesores también comen”. Qué cierto y qué fuerte.
@eljalf
