Las corridas de toros son indefendibles. Los argumentos que apelan a una supuesta tradición y, peor, a aspectos “culturales”, económicos o turísticos se deshacen ante la evidencia que demuestra que los toros sufren una muerte lenta y dolorosa durante la lidia.
En 2017, un equipo de la UNAM, encabezado por la Dra. Beatriz Vanda, experta en patología y bioética, entregaron a autoridades de la CdMx el “Dictamen forense sobre el dolor y sufrimiento de los toros durante la corrida, como evidencia de maltrato deliberado”, documento que deberían conocer nuestras autoridades municipales y estatales correspondientes.
En él, las expertas afirman que los toros de lidia (Bos Taurus) no son “agresivos por naturaleza”, son organismos sintientes: capaces de sentir dolor y generar emociones diversas, y apuntan que se ha presentado evidencia de que son conscientes. Su dictamen es irrebatible: “Los eventos provocados INTENCIONALMENTE como las lesiones, el dolor y otras emociones negativas; las alteraciones fisiológicas y la muerte SIN PÉRDIDA DE CONCIENCIA PREVIA, son situaciones que se busca prevenir y solucionar en cualquier actividad relacionada con los animales, no importando su especie o fin zootécnico. De ahí que las corridas de toros sean contrarias a lo que se consideran buenas prácticas de manejo a nivel nacional e internacional; van en contra de los principios de bienestar animal y son cuestionables desde un punto de vista ético”.
Resulta una insultante contradicción que en Pachuca estén vigentes un Reglamento para la protección, control y bienestar de los animales, y el Reglamento Taurino, un documento medieval que busca “darle seriedad” a la tortura y el trato antiético de animales. Las corridas de toros deben desaparecer.
@eljalf