En el fondo, nuestras vidas no cambiarán demasiado. X o Y, hasta cierto punto, dan lo mismo. Seguiremos en nuestros trabajos con sueldos tristísimos, sin seguridad social, llegando a la quincena con lo justo para beber un par de cervezas y ver una película. Seguiremos creyendo que la vida es hoy y no tiene remedio.
Allá arriba, el Estado se mueve en cifras e intrigas que, para nosotrxs, nuevxs adultxs clasemedierxs medianamente educadxs, significan muy poco o nada. Pagamos nuestros impuestos, no tiramos basura en la calle, no nos estacionamos en lugares reservados. No damos mordidas, hacemos lo que podemos: intentamos ser buenos ciudadanos.
Desde que tengo memoria, lxs profesorxs ganamos poco. Desde que tengo memoria, el discurso ha sido: esfuérzate, estudia. Y nada. El Estado ha sido incapaz de generar riqueza constante: parece que su labor se limita a repartir, desde su idea de “lo justo”, el cúmulo de dinero que le queda tras completar su nómina y su idea de “progreso”: carreteras, puentes, fuentes, estatuas y patrullas nuevas. Desde que tengo memoria los políticos prometen empleos dignos.
¿Qué será para ellxs, por encima de la línea de la riqueza, un empleo digno? Entiendo que la dignidad, para ellxs, involucra sólo lo mínimo para vivir decorosamente. En cambio, para usted, ¿qué significaría dignificar su trabajo? ¿Ganar más? ¿Mejores prestaciones? ¿Lo suficiente como para poder asegurar un patrimonio, el futuro?, o, en su caso, ¿una vejez “humana”? La “dignidad” parece oscilar desde lo que representa para el trabajador promedio un transporte público seguro, asequible y limpio, hasta una foto de un corte de carne en el Instagram de los representantes del pueblo. Qué ironía.
@eljalf
