El peor engaño al que uno puede entregarse es suponer que se es hijo de Dios sin verdaderamente serlo. Ciertamente cada ser humano es una criatura de Dios; pero “ser hijo de Dios” no es algo que uno pueda conseguir mediante esfuerzos personales o declaraciones de hombres.
No es necesario acudir a la fuente que nos revela todo acerca de Dios: La Biblia. Déjeme darle un consejo; No intente Usted atacarla. Muchos en el pasado lo han hecho, y han fracasado rotundamente. No es posible ponerse en contra de Dios y salir bien librado.
La Biblia está desde antes de que Usted y yo naciéramos, y continuará vigente después de que muramos. La Biblia es el libro más vendido y obsequiado año con año; el primero en ser impreso en la imprenta de Gutenberg; el primero en ser enviado al espacio exterior; el que se ha traducido al mayor número de idiomas y dialectos en el planeta; el más amado, y el más odiado.
Observe en qué países es rechazada o aceptada su autoridad, y contraste en qué condiciones viven. La Biblia nos enseña que todos somos pecadores, -es decir que hemos fallado a las normas divinas-, y que estamos destituidos de la gloria de Dios.
También nos dice que la paga del pecado es muerte física, espiritual y eterna. Sin embargo, nos revela que Dios nos ama de tal manera que envió a su hijo unigénito en nuestro rescate. Jesús nació de una virgen; vivió una vida de perfección absoluta, como lo declara el apóstol Pedro: “El cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca”, 1ª. Pedro 2.22. Jesús llevó en la cruz nuestros pecados y sufrió nuestro castigo para reconciliarnos con Dios. “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al padre sino por mí”: Jesús, Juan 14.6.
Si Usted es consciente de que es un pecador, también lo será de que necesita con urgencia “un Salvador que es Cristo el Señor”, Lucas 2.11. Cuando Usted se vuelve a él en fe; no solo obtiene perdón de pecados, sino que también se integra a la familia de Dios como hijo. “Más a todos los que recibieron a Jesús, a los que creen en su nombre,
Dios les dio potestad de ser hechos hijos suyos; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, Juan 1.12-13.
¿Quiere en verdad ser hijo de Dios? Crea en Jesús y lo verá.
