El video dio la vuelta al mundo. Cuando en medio de aplausos, el empresario y embajador de buena voluntad Abdullah ElShrif elogiaba al presidente de Egipto, Abdelfattah El Sisi como “decano de la humanidad y un hombre de paz”, cayó de espaldas durante una Conferencia en el Cairo. Los presentes intentaron asistirlo, pero los esfuerzos fueron en vano. Abdullah murió de manera instantánea. Las autoridades no informaron de las causas de su deceso.
No había cámaras, celulares, ni redes sociales, pero sin duda la muerte más impactante de la humanidad ocurrió hace casi dos mil años, cuando Jesucristo, el Príncipe de Paz, murió crucificado sobre un tosco madero en el monte del Calvario.
Previamente y durante tres años de ministerio, Jesús había estado predicado un mensaje de amor divino que acabó por trastocar a la humanidad entera. En ese mismo lapso él dio innumerables muestras de su deidad sanando leprosos; dando vista a ciegos; haciendo andar a paralíticos; curando toda clase de enfermedades; resucitando muertos; y perdonando pecados entre muchos otros milagros.
Jesús también manifestó su Omnipotencia caminando sobre las aguas del mar de Galilea; multiplicando panes y peces; liberando a poseídos por demonios; y calmando tempestades. Por eso el apóstol Juan dijo: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir.”, Juan 21.25.
¿Te has preguntado por qué entonces Jesús tuvo que morir de una forma tan atroz? Él nunca robó, estafó, mató, adulteró, se levantó en armas contra el imperio, o cometió cualquier ilícito que fuera siquiera digno de muerte. Por el contrario, sus palabras y hechos estuvieron invariablemente impregnados de amor y compasión.
La respuesta somos nosotros; culpables de violar las normas divinas; pecadores destituidos de la gloria de Dios aquí y por la eternidad. Así que Jesucristo decidió ser nuestro sustituto, y sufrir sobre sí mismo el castigo de nuestros pecados. Tú y yo fuimos la causa de su crucifixión.
Pero el deceso de Jesús es de triunfo. Él venció a Satanás, al pecado y la muerte. Resucitó y quiere darte una nueva vida. Cree en él. Apropia su perdón e invítalo a morar a tu corazón. Estará contigo para siempre.
Alejandro Maldonado