“Tan pronto muera, sí”, sería la respuesta de muchos ante tal pregunta. Pero hacerlo en vida cambiaría el resultado mayoritario por un contundente, “no”. La conclusión no se basa en la especulación, ya que los datos oficiales ofrecen luz al respecto.
Tomemos como ejemplo el caso de un país avanzado como lo es el Reino Unido, que cuenta con casi 67 y medio millones de habitantes. Mil personas donaron un riñón a un familiar o amigo durante el 2022, y solo 83 personas lo hicieron de manera altruista a favor de alguien que no conocían.
En paralelo, en el 2022 también se resolvió el primer caso por tráfico de órganos en el Reino Unido, que se convirtió en un escándalo político y que concluyó con una condena de 9 años 8 meses de prisión para un Senador nigeriano; cuatro años y medio para su esposa, y 10 años para un doctor.
Ahora bien. Hay un caso de donación altruista que sigue trascendiendo épocas y fronteras de todo tipo. Es una donación que sobrepasa todo entendimiento. Se trata de Dios mismo ofreciendo íntegramente a su único y amado hijo Jesucristo, para ser sacrificado en favor tuyo y mío. Dios no solo puede ser un desconocido para nosotros, sino que también somos sus enemigos por causa de nuestro pecado. Con todo: “…Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”, 1ª. Pedro 3:18
La donación de un órgano conlleva un gran beneficio, pero es temporal. En el caso de Jesús y de la cruz del Calvario, vemos al único santo, justo, perfecto, e inocente ofreciéndose voluntariamente para tomar nuestro lugar y recibir sobre sí mismo nuestro castigo. Si somos sinceros reconoceremos que somos pecadores y que sin la intervención de Jesucristo a nuestro favor, estamos perdidos aquí y por la eternidad, como lo dice Romanos 6.23.
Por eso Jesús derramó hasta la última gota de su sangre y pagó por puro amor el precio de nuestro rescate. “Les daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo en ustedes”, nos promete Dios en Ezequiel 36:26.
Cualquiera que sea tu condición, vuélvete hacia Jesús. Para él nada es imposible. Dios te creó; te conoce a la perfección y quiere rescatarte. Solo en él hay perdón, salvación, liberación y vida. Pídele ahora mismo que venga a morar a tu corazón y verás.