Los integrantes de la llamada cuarta transformación están desatados. Cada quien hace y dice lo que se le da la gana. No puede ser posible porque ellos son el cambio, son lo nuevo, lo diferente. Y claro que los del PRI y el PAN eran peores, pero Morena ofreció ser distinto. Por eso:
No puede una gobernadora de Morena decir que lo peor que le puede pasar a uno en la vida es nacer pobre, indígena y mujer.
No puede el secretario de Organización de Morena, para el que miles de personas trabajan arduamente y con poca paga, justificar un viaje fifí a Tokio diciendo que estaba cansado y que tiene los recursos para pagarlo.
No puede una ex funcionaria honoraria y esposa del líder del movimiento hacer corajes por el interés que despierta su modo actual de vivir en Madrid, en Puebla, en Palenque o en CdMx. Aunque diga que se mantiene ajena a la política, ella decidió meterse ahí.
No puede un gobernador decir que los que se inundan son los pobres y con poco recuperan lo que perdieron.
No puede otra gobernadora llamar “miserables” a los medios de comunicación por “hacer un escándalo” porque un grupo criminal secuestró, torturó y así asesinó (aunque ella diga que le dio un infarto) a una maestra jubilada que tuvo que salir a trabajar de taxista y se negó a pagar extorsiones.
No puede una jefa de Gobierno, en plena semana de desastre por lluvias, invitar a la ciudadanía a ver cantar a Residente en el Zócalo. Parece burla.
No puede un senador, que se muere por asumir la coordinación parlamentaria, salir a negar a su familia solo porque en su partido prohibieron competir por cargos que ostenten previamente sus familiares directos.
No puede un secretario de Educación decir que se equivocó al declarar en 1.5 millones un departamento que le costó 15 millones de pesos. Reprobado.
No puede una pareja de diputados del movimiento presumir los lujos, joyas y excentricidades con las que viven, con salario de funcionario público, cargo con el que se sienten intocables y hasta obligaron a una ciudadana a ofrecer disculpas durante 30 días seguidos.
No puede haber un alcalde fronterizo atacando a una reportera que le cuestiona si se sometería a una prueba antidopaje como las que él obliga a su personal a aplicarse.
O tal vez lo hicieron porque pueden. Y se los permitimos.
