La nutrición nació como una ciencia para identificar los requerimientos necesarios para tratar enfermedades y mejorar la salud. Se enfocaba en equilibrar carbohidratos, proteínas y grasas, y en restringir ciertos alimentos para el tratamiento de enfermedades. Ejemplos incluyen las dietas cetogénicas para epilepsia, la exclusión de gluten para celíacos y el control de fenilalanina para la fenilcetonuria.
Pero esto cambió. En los 90, la nutrición empezó a enfocarse casi exclusivamente en la pérdida de peso. La palabra “dieta” se asoció más con restricción que con salud. Aunque algunas restricciones son necesarias para ciertas enfermedades, las dietas restrictivas actuales no logran lo que prometen: una pérdida de peso efectiva y sostenible.
Las dietas que eliminan carbohidratos, las más populares, pueden mostrar resultados rápidos al principio, pero a largo plazo reducen el gasto energético, es decir, las calorías que el cuerpo quema. Sin suficiente energía de carbohidratos, el cuerpo usa los músculos como fuente de energía en lugar de la grasa, lo que provoca más aumento de peso, pérdida de fuerza y falta de energía.
Estas dietas generan una sensación de escasez, haciendo que el sistema nervioso busque comida reconfortante rica en azúcar, grasa y sal, porque nuestra biología busca placer en la comida, no restricción.
Entonces, ¿cómo mejorar la alimentación sin caer en la restricción? Primero, se debe evaluar si realmente es necesario restringir por una enfermedad o si solo se debe reeducar al cuerpo para escuchar sus señales de hambre y saciedad.
Recientemente asistí a un taller llamado “Sanando la relación con la comida y con tu cuerpo”, impartido por Alejandra Talamás y Carolina Rosenzweig, expertas en nutrición y psicología alimentaria. Ahí aprendimos a reconectar con nuestro cuerpo y fomentar una alimentación intuitiva y consciente, alejándonos de reglas extremas y tendencias. Aprendí que hay tres reglas de oro para comenzar a cambiar la relación con la comida:
1. Come despacio: Esto mejora la digestión y permite a tu cuerpo saber cuándo has comido suficiente. Comer rápido desconecta las señales de saciedad, haciendo que comas más de lo necesario.
2. Come con atención plena: Evita distracciones, saborea cada bocado con sus texturas, sabores y aromas. Esto no solo aumenta el disfrute, sino que también ayuda a entender cómo reacciona tu cuerpo a los alimentos.
3. Deja de comer cuando estés satisfecha: No necesitas acabarte cada platillo. Alinear la cantidad de comida con tus necesidades reales te mantiene en sintonía con tu cuerpo. Al final, las participantes de este taller se llevaron un aprendizaje invaluable, porque claro, también fueron guiadas en cómo “armar” platillos nutritivos y deliciosos. Ahora tienen mayor consciencia sobre cómo alimentarse saludablemente, respetando sus ritmos y necesidades. Al final, las claves para una alimentación sana están en nosotros mismos, en nuestras preferencias, conocimiento y señales internas.
Una frase que marcó el taller fue: “La comida da placer, y esto es esencial. Si no disfrutáramos comer, no decidiríamos alimentarnos, y sin esa decisión no estaríamos vivos hoy”. No se trata de negar el placer de comer, sino de hacerlo según nuestras necesidades.
Si buscas mejorar tu alimentación para vivir más y mejor, te invito a seguir en Instagram a @cuerpomentenutricion. También puedes escribir a [email protected] o [email protected] para obtener información sobre futuros talleres.
