Mientras algunos partidos siguen mirando el 2027 como si fuera un torneo de canicas, otros ya entendieron que esto es ajedrez de campeonato. En Veracruz y Durango se jugó algo más que una elección local pues se probó la resistencia de las alianzas, la autonomía de los partidos satélite y de paso, se mandaron mensajes cifrados a Palacio Nacional y Casa Aguayo.
El caso de Veracruz es una joyita. En 2018 Morena arrasó y en 2024 repitió, pero con señales claras de desgaste. El PT, ese partido al que muchos ven como el “hermanito menor” de la 4T, decidió salirse de la sombra y competir solo. ¿El resultado? Ganó 28 municipios, es decir, 11 más que en 2021, cuando iba en alianza, mientras que Morena, apenas 11.
Se puede traducir que el PT dejó de ser comparsa para convertirse en contrapeso. ¿Y quién puede capitalizar todo eso? Liz Sánchez, la senadora poblana que, mientras otros se pelean por selfies con el gobernador, ella construye base territorial, redes y lealtades. Su valor político no solo subió, sino que se disparó. Y en Morena más vale que al partido lo vean como aliado y no como empleados, antes de que se les convierta en rival.
En paralelo, Movimiento Ciudadano se convirtió en la segunda fuerza política de Veracruz, con 41 alcaldías. Superaron al PAN, al PRI y al Verde. En Puebla, ese viento también sopla. Fedrha Suriano, con perfil bajo y discurso sólido, ha logrado colarse como una de las voces opositoras más sensatas en el Congreso local.
Mientras los de siempre se siguen peleando por candidaturas como si fueran boletos de rifa, Lizeth y Fedrha ya se sentaron en la mesa donde se parte el pastel. Y lo hacen sin hacer ruido, pero con estrategia. Minimizar su peso sería un error. De esos que, en política, se pagan con derrota.
Por cierto: tanto Sánchez como Suriano operaron de forma activa la elección en Veracruz; una en la capital y otra en la zona conurbada al puerto.
MIB para los poblanos
El gobernador Alejandro Armenta logró lo que ni Barbosa ni mucho menos Céspedes pudieron (o quisieron) al ponerle punto final a la millonaria deuda que por más de una década representó el Museo Internacional Barroco. Armenta está bien y de buenas, pues con este movimiento no solo se sacude una pesada herencia financiera, sino que también suma una medalla simbólica en tiempos de alta expectativa.