No, no se rompió la megaalianza, pero el Partido del Trabajo en Puebla decidió trazar una ruta paralela que no depende por completo de Morena.
Lo que empezó como pequeños movimientos silenciosos, hoy es una estrategia visible para dejar de ser el “partido satélite” y convertirse en un jugador con peso propio.
Lo anterior mientras el PVEM (sin la tutoría de Jorge Estefan Chidiac), navega en modo de baja exposición, sin escándalos, pero también sin influencia.
Y al frente de la “operación PT”, la senadora Liz Sánchez logró en unas semanas lo que parecía imposible. Por un lado reconstruir un liderazgo y por el otro, darle identidad y ambición real al partido.
El primer aviso llegó con su Congreso Estatal de principios de mes. Algunos intentaron minimizarlo, pero bastó la presencia de Alejandro Armenta para entender que no era un evento de trámite sino una jugada política; un pase de factura y al mismo tiempo un mensaje de que el PT no solo es “aliado”, también puede ser un peso necesario.
En aquel salón de Zavaleta se vio algo que hacía años no mostraba el PT local: militancia viva, organización y hambre de espacio propio.
Ahí arrancó una cruzada para crecer en número, ganar visibilidad y de paso, oxigenar al movimiento de la 4T que en Puebla empieza a mostrar signos de desgaste interno.
Hoy por hoy, de los tres partidos que conforman la alianza, Morena navega impulsado por su propia marca, el Verde dejó de remar y el PT decidió levantar las velas pero sin perder de vista la lancha madre.
No es casualidad que en las últimas semanas Gerardo Fernández Noroña haya intensificado sus visitas al estado para moverse en actos públicos, reuniones partidistas y encuentros con la estructura.
La apuesta es ir posicionándolo con tiempo, por lo que se requiera en el 2030. Noroña es controversial y justamente por eso resulta rentable en tiempos donde la política vive más de los extremos que de los matices. Por eso, el PT no se anda con ingenuidades ya que sabe que necesita figuras de alto impacto para sobrevivir y crecer en la jungla electoral que se avecina.
Así, mientras unos duermen en sus laureles, otros ya empezaron a construir su futuro político.
Y en el juego del poder, el que pestañea, pierde.