Política

Cerrar filas no es callar

La violencia no puede normalizarse, sobre todo en un estado como Puebla. La presencia de cinco cuerpos en una camioneta, a unos metros del Recinto Ferial resulta inquietante. Sin embargo, a diferencia del pasado, nadie se atrevió a decir que fue “un caso aislado” ni aplicar el clásico “ajuste de cuentas”. Y eso, aunque suene duro, es lo más rescatable del episodio, de que al menos ya no se intenta maquillar lo evidente.

Porque lo evidente es esto: que la violencia no se ha ido. Se transformó, mutó, se reacomodó. Y Puebla (como buena parte del país) está pagando el costo de haberla minimizado durante años.

Desde los gobiernos del PRI y del PAN se sembró el caos con corrupción, impunidad y abandono. Pero fue en el sexenio de López Obrador cuando la estrategia de “abrazos, no balazos” terminó por darle aire a los grupos criminales que entendieron el mensaje como que nadie les estorbaría.

Hoy, desde la Federación, la narrativa cambió. Ya no se habla de abrazos sino que ahora hay operativos, despliegues, persecuciones. Justo como el que se activó en Lomas de Angelópolis, presuntamente relacionado con los cinco ejecutados del fin de semana. La violencia se está respondiendo con fuerza, aunque no sabemos si a destiempo.

Y mientras tanto, sigue el desfile de horrores: balacera en antro de San Andrés Cholula, cuerpos emplayados en Cuautlancingo, degollados en Amozoc, ejecutados en Tlelancaleca a bordo de una motocicleta. Un mapa que se tiñe de rojo sin distinción de colores ni partidos.

Lo que esperamos ver los ciudadanos es que la buena relación entre el gobierno de Claudia Sheinbaum y el de Alejandro Armenta vaya más allá de compartir su militancia en un partido político, sino que se traduzca en más recursos para las estrategias de seguridad y mayor presencia de elementos de la Guardia Nacional, adicional a la mejor coordinación.

Pero eso no basta si las policías municipales siguen cruzadas de brazos o peor aún, aliadas con el crimen.

Lo que no se vale es convertir esta crisis en botín político, usar el miedo como propaganda o el silencio como estrategia de control. Eso no es ser oposición ni ser críticos sino lucrar con la tragedia, es decir, ser miserable.

Los ciudadanos podemos (una vez más) cerrar filas. Dar un voto de confianza. Pero que quede claro: la paciencia no es infinita y esta vez, los muertos ya no caben debajo de la alfombra.


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Alberto Rueda
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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