DOMINGA.– Cae la tarde sobre el Mediterráneo, la primera de septiembre. Seis mexicanos navegan hacia la franja de Gaza con la Flotilla Global Sumud en un intento por abrir un camino humanitario por mar. Viajan con el primer grupo que salió de Barcelona: 300 voluntarios en 20 embarcaciones, a los que después se sumarán otros 30 en Italia, Grecia y Túnez.
Llevan consigo alimentos y material quirúrgico, pero también la esperanza y las luchas del pueblo mexicano representadas en el zapatismo, la virgen de Guadalupe y la lucha feminista en una misma bandera. La historia de cómo llegó todo esto hasta aquí y se mezcló con la bandera palestina, que ondea al viento, comienza unas horas atrás.
Cerca de la medianoche del 30 de agosto, Lucha Castro no consigue irse a dormir. Busca en la sala, en la recámara, busca otra vez. Trata de recordar dónde dejó su bandera de México, que la ha acompañado en su trayectoria como defensora de derechos humanos. Con ella participó en el movimiento barzonista, en las marchas por el desierto denunciando los feminicidios en Ciudad Juárez; o en las manifestaciones en Chihuahua, frente al sitio donde asesinaron a Marisela Escobedo –de quien, por cierto, fue su abogada–, mientras protestaba por la impunidad en el asesinato de su hija Rubí.

Hace cinco años, cuando salió de México con un diagnóstico de cáncer terminal, Lucha Castro dejó su bandera junto con la mayoría de sus pertenencias; unos meses más tarde pidió que se la trajeran a Barcelona para que la entierren junto con ella, y desde entonces la acompaña aquí, entre quimioterapias, cuando se suma al grupo de católicas feministas o a las jóvenes que se manifiestan por el 8M.
El plan, sin embargo, acaba de cambiar: se ha enterado de que cuatro mujeres mexicanas zarparán con rumbo a la franja de Gaza, y ahora quiere que la bandera se vaya con ellas. Claro, si la encuentra.
Los seis tripulantes mexicanos de la Flotilla Global Sumud
Del otro lado de la ciudad, cerca del puerto, cuatro mujeres y sus dos compañeros de la comitiva mexicana también intentan conciliar el sueño. Llegaron el 26 de septiembre a Barcelona y al día siguiente empezaron el entrenamiento para navegar, por al menos dos semanas, para tratar de romper el cerco que el Estado de Israel mantiene en Gaza.

Son seis mexicanos listos para zarpar en unas cuantas horas: Sol González Eguía, psicóloga especializada en acompañamiento de víctimas; Karen Castillo, defensora de derechos humanos que trabaja con los pueblos originarios en México; Dolores Pérez Lazcarro, politóloga y profesora especializada en resolución de conflictos. Carlos Pérez Osorio, documentalista que sigue la situación en Palestina –ganador de un Ariel justo por un documental sobre Escobedo–, y dos periodistas: la más joven de la comitiva, Arlín Medrano, de 26 años, y el veterano Ernesto Ledesma, director de Rompeviento TV.
En junio y julio de este año dos misiones previas con sendas embarcaciones –el Madleen y el Handala– intentaron entrar por el mar; los activistas que viajaban en ellas fueron detenidos, encarcelados y deportados. Esta vez la apuesta se ha multiplicado y el objetivo es sumar a decenas de naves con la esperanza de que, si no todas, al menos alguna logre llegar a donde la ayuda se necesita.
Los que vayan a bordo deben estar preparados para cualquier escenario: una detención o cualquier acción violenta por parte de Israel.

En medio del hermetismo –los organizadores saben que el Mossad, la agencia de inteligencia israelí, tiene ojos y oídos por todas partes–, en tan sólo tres días los integrantes de la Flotilla tuvieron que aprender sobre cuestiones legales, estrategias de comunicación, cuidado de la salud física y mental –llevar electrolitos, barritas nutritivas, medicamento contra el mareo–, protocolos de seguridad y saber cómo actuar en diferentes escenarios, desde la “mala mar” hasta la violencia aún más mala.
Combinando el español, el inglés, el árabe y algún otro idioma, en los talleres se recordó que esta flotilla es pacífica, que no debe llevarse nada que pueda ser considerado un arma, y que no se puede caer en provocaciones. Si en algún momento son detenidos, nadie deberá resistirse.

Ahora son las tres de la mañana del 31 de agosto, el día programado para que la Flotilla Global Sumud zarpe del Moll de la Fusta, el muelle histórico del puerto de Barcelona. Justo a esa hora, Lucha hace una última búsqueda y la encuentra: la bandera de México que ha recorrido caminos y cruzado fronteras, hoy se hará a la mar.
Cuando ciudadanos de 44 países deciden subirse al barco
Sumud es una palabra árabe que puede traducirse como “perseverancia” o “resiliencia”. La Flotilla Global Sumud es una acción que forma parte de una corriente amplia, colectiva, de desobediencia civil internacional; una respuesta a la historia de ocupación y bloqueo que el Estado de Israel ha sostenido durante décadas sobre los territorios de la franja de Gaza.
Esta situación se exacerbó a partir de que Hamás –organización política y paramilitar islamista– tomara el control de esta franja tras una victoria electoral en 2007, y atacara el sur de Israel el 7 de octubre de 2023, tras el cual dio inicio a un abierto genocidio.

Organizaciones de todo el mundo han puesto en marcha diversas iniciativas marítimas para romper el cerco y llevar ayuda humanitaria a la población de Gaza, y en todos los casos se ha demostrado que Israel puede detener un barco o dos. Pero ¿podría detener decenas de barcos?
Tras el retorno de los 21 participantes de la misión Handala en julio pasado, activistas de 40 países se encontraron en Túnez para sostener una reunión histórica: la creación de la coalición Flotilla Global Sumud, conformada por cuatro movimientos que han actuado por mar y tierra, incluidas la Flotilla por la Libertad y la Marcha Global por Gaza. De inmediato se abrió una convocatoria para quienes desearan sumarse. Más de 28 mil personas de 44 países respondieron. Y en menos de dos meses una coalición civil había logrado lo que no pudieron –o no quisieron– hacer en dos años los gobiernos que se hacen llamar democráticos.

Se decidió que la Flotilla saldría de Barcelona, ciudad de la resistencia en Europa por su apoyo a Sarajevo en 1995, su oposición a la guerra en Irak en 2003, o la ruptura de relaciones con Israel en 2023 bajo el gobierno de la exalcaldesa Ada Colau. “Barcelona, Cataluña y sus ciudadanos han estado en el lado correcto de la historia por muchos años”, explicó Saif Abukeshek, portavoz y coordinador de la Flotilla.
Suele decirse que cuando los gobiernos fallan, los pueblos se levantan. Como es natural, la Flotilla Global Sumud incluye a personalidades de alto perfil, la lista empieza por los activistas medioambientales Greta Thunberg y Thiago Ávila; actores como la estadounidense Susan Sarandon y el irlandés Liam Cunningham, y políticos como la propia Colau, o Mandla Mandela, el nieto del expresidente sudafricano Nelson Mandela.

Ellos garantizan visibilidad y cobertura mediática, lo cual se traduce en protección; sin embargo, ha sido la gente de a pie –la que se organiza en plazas, marcha en las calles, realiza colectas, organiza una huelga de hambre o convoca a un boicot– la que ha hecho posible que una conjunción como esta ocurra.
“Divide y vencerás” sólo funciona si la gente se deja dividir y vencer. Hoy la gente, el mundo, dirá que no.
Los países que no han querido mirar el genocidio de Gaza

El Moll de la Fusta está a reventar: miles de personas llegan esta mañana de domingo para despedir la mayor misión civil contra el bloqueo de Gaza desde 2007. Frente a la salida del metro Drassanes, la estación más cercana al puerto, una mujer coloca barquitos de papel sobre el suelo que alinea en dirección al mar. Se escuchan tambores y el viento agita centenares de banderas palestinas bajo un cielo que parece perfecto para zarpar.
Mujeres jóvenes y no tanto, hombres, niñas, niños, personas mayores con tímidas banderas y muchachos cubiertos con enormes kufiyas –el pañuelo tradicional del mundo árabe– se mueven de un lado a otro de la explanada frente al puerto de Barcelona, entre la rabia y la esperanza, en una especie de festiva indignación.
“Las compañeras y compañeros que organizan la Flotilla han sido muy responsables, nos están cuidando mucho”, dice Ernesto Ledesma, quien ni a punto de salir deja de ser periodista. Lleva un chaleco con el logo de Rompeviento TV y graba videos junto a los barcos, envía mensajes y toma notas. “Hay mucha conciencia política y social; se sabe que hay una guerra mediática y hay que cuidar lo que se dice. La atención tiene que ser Gaza, no los que van en la flotilla. Gaza es el tema”.

Gaza es el tema pero también el mundo que no la ha querido ver. Patricia Luévano es la coordinadora de la delegación mexicana de la Flotilla Global Sumud y tiene claro que, si la sociedad civil tiene que organizar una acción como ésta, es porque las organizaciones internacionales y los gobiernos han fallado.
“El gobierno mexicano dice que por lo establecido en la Constitución no pueden intervenir; pero una cosa es intervenir militarmente y otra cosa es cumplir con los acuerdos que han firmado por ser miembros de la ONU”, señala. “Ellos deberían generar acciones para prevenir y castigar el genocidio: no comprar armamento israelí, no aceptar capacitaciones por parte de los agentes de Israel, cortar relaciones diplomáticas y comerciales con ese país genocida. El primer ministro de Israel es un criminal de guerra. ¿Por qué tenemos relaciones con ellos?”.

Mientras llega el momento de la salida, el escenario es el epicentro del puerto. Entre canción y canción se leen discursos que señalan la responsabilidad de los gobiernos europeos en la hambruna de Gaza, declarada de manera oficial por la ONU el 22 de agosto pasado, y también mensajes para los que vienen de toda España: sindicatos, organizaciones campesinas, médicos, estudiantes.
Ondean las banderas palestinas y se levantan pancartas de apoyo: “Cocineras por la Paz con la Flotilla”. “La solidaridad es nuestro puerto”. “Guardemos silencio cuando los niños duermen, no cuando los matan”. Una marioneta gigante con el rostro del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, con un bigotito hitleriano y las manos gigantes teñidas de rojo, pasa por un lado. “¡Dónde están, no se ven, las sanciones a Israel!”, se escuchan decenas de voces a coro.

En un rincón se dan cita las cuatro mujeres de la comitiva mexicana. Sol González, cuyo nombre hace honor a una sonrisa luminosa, tiene 30 años de experiencia en conflictos violentos en el mundo –Bosnia, Sri Lanka, Guatemala– y su apuesta en este viaje es la protección de los niños:
“[Los niños] no son sólo de los padres y las madres, son de todos. Debemos asegurar que se respeten sus derechos y su dignidad”, afirma. Sol asegura que no siente miedo. “Más que miedo, es la digna rabia, que yo adopté de mi formación con los zapatistas. Reconocemos que el ‘Sur Global’ necesita ganar y pelear los espacios, porque son nuestros también”.
El zapatismo también viaja en el pecho de Karen González, la estrella roja sobre fondo negro en la camiseta que viste para el viaje. Karen es coordinadora del Observatorio de Derechos Humanos Memoria y Libertad, que documenta actos de brutalidad policial, tortura y criminalización contra activistas y movimientos sociales. Para ella, la lucha por la libertad de Palestina está conectada con México y los pueblos del Sur Global.
“Luchamos contra el racismo, el colonialismo, el despojo y el genocidio de nuestras comunidades”, afirma. Al fondo se escucha a la gente cantando a todo pulmón: “Que no, que no, que no, que, que no, Israel no es país, es una ocupación”.

Una embarcación compuesta por sólo mujeres zarpa con rumbo a Gaza
La distribución de los viajeros está definida. Los miembros de cada delegación serán separados y distribuidos en las diferentes embarcaciones, y cada uno avisará a sus compañeros cuál es su nave y con quién le toca viajar. En un principio se pensó que cada delegación costearía su embarcación, pero no todas las delegaciones contaban con los mismos recursos, así que se acordó reunir un solo fondo, con las donaciones económicas y en especie recibidas en todos los países, para cubrir los gastos.

La creación de tripulaciones multiculturales representa una protección para quienes tienen una nacionalidad que los hace más vulnerables –por ejemplo, aquellos cuyos gobiernos no tienen relación diplomática con Israel–. También había que diversificar perfiles para que cada embarcación tuviera algún abogado, un médico, un comunicador. Cada nave lleva una parte del material para la ayuda humanitaria; el más grande, el Family Madeira, la mayor cantidad. Al final, cada nave deberá ser autosuficiente si en algún momento termina aislada.
En el complicado tetris de la distribución, Dolores Pérez Lazcarro, que tiene una vida de experiencia en política y resolución de conflictos, consiguió que viajaran sólo mujeres en una de las embarcaciones; ahí fueron asignadas ella y Karen Castillo. “El genocidio está matando los vientres de las mujeres palestinas”, explica. “En este bote vamos sólo mujeres para recordar que las mujeres y las niñas tienen que vivir”.

De mujeres es también Furia Mexicana, una colectiva feminista, antirracista y decolonial fundada por jóvenes mexicanas en Barcelona. Unas horas antes de la salida de la Flotilla, la organización empezó a circular una carta dirigida al gobierno de México para exigir la protección de los mexicanos que viajan en la misión. Acompañadas por Lucha Castro, las jóvenes entregaron el documento al cónsul mexicano adscrito en Barcelona, Alfonso Navarro. La carta estará abierta para firmar hasta que termine el viaje. Para el 5 de septiembre había acumulado 3 mil 300 nombres.
De pronto, se acerca el momento de abordar los barcos. Las cuatro mexicanas –Sol, Karen, Dolores y Arlín– se colocan en un círculo alrededor de Lucha Castro, quien saca la bandera de una bolsa.
“Con esta bandera he estado luchando en contra de la violencia hacia las mujeres. Nos ha acompañado hasta el Zócalo con el movimiento de El Barzón, con las madres buscadoras, a muchos lugares. Los compañeros me la trajeron porque yo pensaba que podría estar sobre mi ataúd –hace una pausa, ahoga un sollozo, y sonríe–, pero qué mejor que esta bandera, que es símbolo de todas nuestras luchas, se vaya con ustedes hasta Gaza. Se las entrego con todo mi corazón”.
La abogada extiende los brazos y, como quien pasa un bastón de mando, hace la entrega. Dolores se lleva una mano al corazón, ninguna puede dejar de llorar. Lucha vuelve a meter la mano a la bolsa y ahora saca una imagen de la virgen de Guadalupe. De manera natural se la entrega a Arlín, quien viste una camiseta con la Guadalupana, “nuestra morenita”.
Tras recibir la imagen, Arlín abraza a Lucha y le cuenta al oído que es de Nayarit, que su abuela le enseñó la devoción por la virgen, y que antes de salir de México fue a la Basílica para pedir su protección. “Esta es la señal que pedí”, le dice, con los ojos llenos de lágrimas. Lucha lanza una última mirada cargada de amor. “Que las diosas las acompañen”.

Hacen un llamado a la Secretaría de Relaciones Exteriores de México
Carlos Pérez Osorio, el director de Las tres muertes de Marisela Escobedo, con una mochila pequeña a la espalda y otra colgada del brazo, busca la embarcación que le fue asignada: el Hio, un barco pequeño que será su hogar durante al menos 15 días, el tiempo estimado para arribar a la franja de Gaza si no existen contratiempos.
“Creo que hay una posibilidad real de llegar y de abrir el corredor humanitario. Pero viendo las otras flotillas y lo que ha pasado en la historia, hay que prepararse para eso también”, explica de manera pausada y la mirada puesta en la gente que agita las manos.
“Me hace sentir motivado poder llegar a Gaza; por lo demás, que pase lo que tenga que pasar, y ahí lo único que hacemos es un llamado a la Secretaría de Relaciones Exteriores para que estén pendientes de nosotros en caso de que necesitemos asistencia diplomática. Llevamos con nosotros a millones de mexicanos que conocemos la injusticia de cerca, conocemos lo que es la opresión, conocemos la colonización y estamos con el pueblo palestino. A la gente le pedimos que nos sigan en el viaje; entre más nos sigan, nos posteen y más hablen de la flotilla, más nos cuidan”.
Un grupo de tabalers, los percusionistas que tocan grandes tambores en las fiestas tradicionales de Cataluña, hace una fila –y mucho ruido– frente a los barcos que están por zarpar y cruzar el Mediterráneo; detrás de ellos se lee una pancarta: “La Barceloneta con Palestina. Somos una sola mar”. Los motores se encienden y se escucha una voz: “¡Gaza, vamos en camino!”
Más tarde se sabrá que algunas embarcaciones han tenido que volver temporalmente al puerto –la burocracia, el clima, los imprevistos–, pero la tarde siguiente Carlos comparte un video en su Instagram: es el Hio a toda marcha surcando las aguas del Mediterráneo mientras el primer atardecer de septiembre cae sobre las embarcaciones de la Flotilla, ahora sí, en camino a Gaza. Con ellas van también la lucha zapatista, la guadalupana, la resistencia de las mujeres mexicanas, la bandera de Lucha Castro, la esperanza para recuperar nuestra humanidad.
Allá va el deseo de que, donde la política no alcanza, el amor y la voluntad de la gente se abran paso.
GSC