Cultura

Ya ni Acapulco nos queda

A fuego lento

En ‘Mala resina’, los cuentos de Paul Medrano sustituyen el espectáculo del narco por una oralidad afilada, escenas mínimas y una violencia que se filtra como calor en la sombra.

Un sello de garantía distingue a los diez cuentos reunidos en Mala resina (Universidad Autónoma de Nuevo León): la conciencia carnavalesca del lenguaje. Paul Medrano pisotea las convenciones, obliga a las palabras a despojarse de su vestimenta burocrática para adquirir la orgullosa y festiva oralidad de la costa de Guerrero, con su insidia punzante. Sus personajes son un habla y, quizá porque no pueden escapar a su carácter social y geográfico, una propensión a la violencia: mutilan, patean, descargan un arma, invaden el carril contrario de una carretera a medianoche.

El lector, sin embargo, debe tener en cuenta que esa violencia no es la mueca del narcotráfico y sus muchas manifestaciones. La violencia que Paul Medrano pone en juego es un modo de ser, tan natural como el calor a la sombra o la decoración chillona de las marisquerías. Estamos frente a un cuadro habitual del que no podemos esperar otra cosa que no sea la indiferencia o el silencio porque parece formar parte de un estado de cosas. Así que no debemos esperar el tableteo de las ametralladoras o la puesta en escena de cuerpos colgantes. Solo están los tendajones, las plazas desoladas, las bodegas, los cuartos de hotel, los vados de los ríos, como escenarios de la mala sangre de un solo hombre.

Pongamos, como botón de muestra, el cuento “Sangre de Narciso”. La mirada se posa de inmediato sobre el narrador, quien celebra su poder para manipular a su compañero de juegos, un niño que “garabatea una risa capotuda”. Pero no tardamos en concentrarnos en ese niño, medio tonto y medio silvestre, al que descubrimos obsesionado con encontrar el lugar donde reposa el alma de gatos, perros y… Quién anda ahí, preguntamos: un destripador cuya ingenuidad está a la altura de su malsana curiosidad. No hay un jefe de plaza, no hay orden ni mensaje, solo la voz del instinto.

En los cuentos de Mala resina no vemos nunca la mano del Narco o la Maña o los Compas (con mayúsculas), esas entelequias que, por omnipresentes, sirven muy bien para explicar uno de los lados más oscuros de la naturaleza humana. Qué conceden: nada más que individuos ejerciendo su libertad para causar el mayor dolor posible. Eso es aterrador, no por su sometimiento a la realidad, sino porque lleva consigo una ambición literaria.

AQ

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Roberto Pliego
  • Roberto Pliego
  • (1961) Cursó Letras Hispánicas en la UNAM. Fue subdirector de la revista Nexos. Autor de La estrella de Jorge Campos y 101 preguntas para ser culto, es editor de Laberinto.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.notivox.com.mx/cultura/laberinto
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