Cultura

De rabia y melancolía

Reseña

Un retrato de Hanif Kureishi, el escritor británico que convirtió la tetraplejia en un nuevo punto de partida narrativo con ‘A pedazos’.

Para Hernán Lara Zavala,

el más británico de mis maestros.

"Soñaba con salir en televisión y que me llamaran escritor. Y no cualquier escritor: Quería ganar el Premio Nobel. ¿Ahora que estoy lisiado, cómo me ven los demás? ¿Me miran y me encuentran aborrecible? ¿Me compadecen? ¿Me aman más, menos o lo mismo? ¿Me he convertido en una especie de prueba de amor para ellos? ¿Querrán volver a verme?", se pregunta Hanif Kureishi desde su cama del Hospital Gemelli de Roma, a donde llegó luego de sufrir un simple accidente el 26 de diciembre de 2022 en su departamento de Roma, mientras pasaba la Navidad con Isabella, su ahora esposa.

Sentado en el sillón de la sala, iPad en una mano y cerveza en la otra, veía un partido de futbol cuando de pronto se mareó y se fue de bruces contra la mesa. El golpe llamó la atención de Isabella, que lo encontró tirado a media sala en un charco de sangre sin poder moverse. A partir de ese día, Kureishi quedó tetrapléjico por la fractura de las vértebras cervicales desde C3 hasta la C5. Sigue escribiendo todo lo que sueña, ve y anhela; le dicta a su mujer, a sus hijos, los gemelos Sachin y Carlo, y a Keir, hijo de su segundo matrimonio.

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Kureishi, después de pasar seis meses en hospitales de Roma, en junio de 2023 por fin pudo volver a Londres y continuar su terapia de rehabilitación que sólo le ha permitido ganar un poco de sensibilidad en las extremidades y movilidad en la mano derecha, con la cual acciona su silla de ruedas eléctrica. "No soy capaz de rascarme la nariz, llamar por teléfono o comer sin ayuda. Como pueden imaginar, es al mismo tiempo humillante y degradante, y me convierte en una carga para los demás", se lee en una de las entradas de su diario que ha llevado a pie juntillas en su cuenta de X. Crónicas que este año ha recopilado en su nuevo libro, A pedazos, de editorial Anagrama, traducido por Mauricio Bach.

Kureishi siempre ha expuesto su vida, dice que le cuesta imaginar cuándo la realidad supera la ficción. "El trabajo del escritor debe ofender, blasfemar, indignar e incluso insultar. Creo que Kafka dijo: 'el arte debe ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior'. El arte no debería ser seguro ni complaciente; debería asustar, alarmar y hacernos querer lanzar el libro al otro lado de la habitación. No quiero vivir en una atmósfera de miedo e inhibición donde los escritores teman expresar su verdadero yo por temor a ofender a alguien. El trabajo de los grandes escritores es poner el mundo patas arriba. No es nuestro trabajo complacer, sino desafiar".

La vida de Hanif Kureishi ha sido un desafío. Nació en 1954 en Bromley, un distrito al sureste de Londres, cuna también de H.G. Wells (1866) y lugar de residencia, hasta su muerte, de Charles Darwin. Fue en Down House donde nacieron ocho de sus diez hijos, escribió El origen de las especies y murió en 1882. En las calles de Bromley, que dejó de ser un condado y pasó a formar parte del Gran Londres en 1965, creció Kureishi, y al pasar por Down House se preguntaba cómo alguien podía darle la espalda a la City; así que, desde su primera novela, El buda de los suburbios, narra la historia de Karim Amir, un chico de 17 años que hará todo para salir del extrarradio en el que vive y conquistar Londres. "Cuando comencé mi primera novela, El buda de los suburbios, estaba decidido a escribirla con la mayor desinhibición y libertad posibles. La haría tan sucia y divertida como me pareciera. No me guardaría ni dudaría en expresar lo que realmente sentía. No era mi trabajo escandalizar deliberadamente, sino contar la historia con la mayor franqueza posible".

El buda de los suburbios es una novela de iniciación que lanzó a la fama a Kureishi en 1990, cuando tenía 34 años y lo presentó como un "enfant terrible" de las letras británicas, con personajes inmigrantes ambiciosos y sexualmente atrevidos, que iban en contra de las tradiciones de humildad y obediencia típicas de Asia. The Guardian opinó que "El buda de los suburbios es una bofetada audaz a la narrativa británica actual".

Cinco años antes, Kureishi se había estrenado como guionista con Mi hermosa lavandería, película que puso en el ojo público y profesional a Daniel Day-Lewis, que interpreta a Johnny, un joven punk en una relación homosexual con Omar, interpretado por Gordon Warnecke, un chico de origen indio, al cual Johnny le hacía bullying. La película, dirigida por Stephen Frears, se estrenó en 1985, en plena virulencia homófoba causada por el aumento de casos de SIDA.

La siguiente década sería determinante para Kureishi. Entrado ya en los 40, mientras Martin Amis jugaba tenis todos los días, Ian McEwan se desencantaba de la URSS y la izquierda cubana, Julian Barnes cosechaba premios y Salman Rushdie combinaba la ficción histórica con el realismo mágico; Kureishi, melena por debajo de los hombros, irrumpió sin pudor en el espectro literario británico. Se presentó como el chico rudo del barrio, centró sus historias en tramas urbanas, multiculturales y con gran acento autobiográfico. Sólo él y Rushdie enfocaban sus historias en lo que podría ser una búsqueda de identidad cultural en el Londres de Margaret Thatcher.

Con el paso de los años y con cada libro publicado, Kureishi se mostraba un poco más con sus lectores, que lo acompañábamos sin que él nos mirara. Intimidad es su tercera novela que, como su nombre lo dice, es tan íntima como la negación de la felicidad frente al espejo. En ella Kureishi narra la vida de Jay, un exitoso escritor cuarentón casado con una hermosa y "ambiciosa mujer", con quien tiene dos hijos pequeños que adora, pero que ha decidido dejar. Kureishi en ese entonces tenía dos hijos gemelos, Sachin y Carlo con la productora de cine Tracey Scoffield, de quien un año antes se había separado.

"Esta es la noche más triste, porque me marcho y no volveré". Así comienza la novela de apenas 143 páginas. Con un estilo áspero y vivencial, Intimidad, con traducción al español de Mauricio Bach, es un monólogo que transita entre el "narcisismo emocional" y la imposible "satisfacción íntima de cara al deber familiar". Aunque la crítica en su momento destacó su crudeza emocional como "una confesión moderna de la masculinidad", hubo quien la tachó de misógina y "narcisista disfrazada de sinceridad literaria". Kureishi, en entrevista a Emma Brochs de The Guardian, dijo que lo más difícil e interesante de narrar es cuando se le presenta un conflicto emocional: "Cuando piensas que no deberías escribir sobre eso, te estás censurando, y es ahí donde está la historia".

Enseguida vendría la autobiografía Mi oído en su corazón, una deuda que saldaría con su padre, Rafiushan "Shanoo" Kureishi, funcionario de medio rango en la embajada de Pakistán en Londres. Shanoo siempre soñó con ser escritor y al ver el éxito de su hijo con El buda de los suburbios, no dudó en llevar un manuscrito al editor de su hijo. Shanoo murió de un infarto meses después. Una década más tarde, el editor de Kureishi le entregó el original de la primera novela de su padre, Una adolescencia india, que no se publicó y del cual Shanoo nunca dijo nada. Mi oído en su corazón es un tributo de un hijo a su padre.

Los siguientes años serían de intenso trabajo, entrarían a imprenta: El álbum negro, traducido por Benito Gómez Ibáñez, donde Kureishi narra las andanzas de Shahid, un chico británico-pakistaní que se debate entre el "liberalismo y el fundamentalismo" después de la caída del muro de Berlín; en El regalo de Gabriel, también traducido por Mauricio Bach, sigue explorando el crecimiento emocional de una generación y la relación disfuncional entre padres e hijos; Soñar y contar, con traducción de Alberto Coscarelli y Fernando González Corugedo, son reflexiones sobre escritura y política; y Algo que contarte, traducido por González Corugedo, fue otro trancazo, en él Kureishi narra la vida de Jamal Khan, escritor y psicoanalista que, de algún modo, sabe que posee un tesoro: los secretos de sus pacientes, el deseo, el desamor y la muerte que los rodea.

The Independent dijo: "Kureishi es el cronista más ácido de la identidad británica contemporánea". Mientras otros medios lo llamaban "provocador" e "irreverente", Kureishi criticó el racismo a la inmigración y abrió la puerta a otros, como la actriz y guionista de origen indio Meera Syal, el también actor y dramaturgo de origen pakistaní Ayub Khan Din y a la escritora de origen jamaiquino Zadie Smith. Kureishi planteó un nuevo modo de ser inglés.

Autor de media docena de novelas, otro tanto de cuento, teatro y guiones de cine, Kureishi, que ha cumplido casi todos sus sueños, escribe: "Ahora tengo pesadillas, incluso lloro y grito mientras duermo. Creo que es mi inconsciente. Intento conectar con Isabella mientras duermo. Cuando despierto, ella está a mi lado". Ahora, desde una silla de ruedas, responde a quien le escribe en su cuenta de X o en su blog, a lectores que están en su misma situación o que buscan darle ánimo. Kureishi, que escribía a mano y con pluma fuente todos los días, porque le parece demasiado frío escribir directamente en la computadora, ahora dicta y se le ha vuelto indispensable escribir: "Por ahora no está claro si podré volver a caminar o si seré capaz de sujetar un bolígrafo. Estoy registrando estas palabras a través de Isabella, que las va tecleando poco a poco en su iPad. Estoy decidido a seguir escribiendo, nunca ha sido tan importante para mí como ahora", leemos en A pedazos, un compendio de rabia y melancolía, solidaridad y amor de quienes lo leen y cuidan.

AQ​

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.notivox.com.mx/cultura/laberinto
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