DOMINGA.– Cada 2 de octubre el eco del ‘68 vuelve. Quizás ocupa menos planas en los diarios pero pervive en los discursos presidenciales, en los homenajes, aunque durante muchos años sólo obtuvo del poder silencios incómodos. Medio siglo después, aquel movimiento estudiantil sigue obligando a los mandatarios a mirarse en ese espejo, aunque sea de reojo.
Las posturas de los presidentes de México han variado, tanto por sus respectivas naturalezas políticas, como por su origen partidista, pero señaladamente por las agendas generacionales. Unos ignoraron el ‘68 concediendo su silencio, otros lo usaron como bandera política. Hubo quienes respondieron con desdén, lo redujeron a un párrafo en libros de texto, y quienes intentaron borrarlo de las pantallas de cine.
De los últimos jefes de Estado, Felipe Calderón le dedicó un libro con afirmaciones polémicas; Enrique Peña Nieto, le dedicó un tuit; Andrés Manuel López Obrador, un anecdotario, y Claudia Sheinbaum Pardo, un decreto. Lo cierto es que, del PRI al PAN o del PRI a Morena, cada presidente ha tenido que decidir cómo pararse ante lo ocurrido el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

La revista DOMINGA muestra las sucesivas posturas presidenciales respecto al movimiento estudiantil que terminó en una masacre. Una galería de episodios que, incluso a la distancia de las décadas, sigue pesando como herida abierta.
Luis Echeverría Álvarez: su voto de silencio
Secretario de Gobernación de Gustavo Díaz Ordaz, y señalado hasta entonces como el principal instigador de la operación que culminó la tarde del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de la Tres Culturas, de Tlatelolco, Luis Echeverría Álvarez guardó silencio por décadas.

No se refirió al movimiento estudiantil ni a la masacre, ni siquiera después de la matanza de normalistas en su propio sexenio, el 10 de junio de 1971. Tuvieron que pasar unos treinta años, en 1998, para que hablara públicamente del tema. Se lo dijo a Jorge Castañeda, para su libro La herencia: arqueología de la sucesión presidencial en México (Debolsillo):
“Cuando me preguntan: ‘¿Usted mandó a los soldados a Tlatelolco?’, siempre contesto: ‘No, el comandante supremo era él [Díaz Ordaz]; yo no lo fui hasta el primero de diciembre de 1970. [Con los estudiantes] no negocié [...] porque no recibí instrucciones. [...], porque el presidente estuvo al mando en todos los aspectos. [...] O pensó que era importante preservarme [...], porque el presidente siempre necesita [...] conservar algunos candidatos”.

José López Portillo: el símbolo del desdén
En julio de 1977, el entonces jefe del estado mexicano, José López Portillo, designó a Díaz Ordaz como embajador en España, nación que recién salía de la dictadura franquista, y lo sacó del país.
Antes de partir a Madrid, el poblano ofreció una conferencia de prensa, justo en el edificio de la cancillería en Tlatelolco, a un costado de la plaza donde ocurrió la masacre. Díaz Ordaz conservaba el desplante autoritario en la punta de la lengua. Se dijo orgulloso de su carrera pública y de haber sido presidente, “pero de lo que estoy más orgulloso es del año de 1968, porque me permitió servir y salvar al país, les guste o no les guste…”.

Al parecer, a López Portillo también le molestaron las críticas, y un año después, en su informe presidencial, confirmó su postura desdeñosa:
“Antes de 1968 nada más veíamos lo que había logrado la Revolución: [...] reparto agrario, derechos laborales, carreteras, presas, fábricas, escuelas, hospitales, puertos [...]. Después de 1968 todo fue descubrir y describir horror e insuficiencia, explotación y desgracia. Nada está bien. Todo está mal. De un momento a otro, pasamos del milagro al malogro mexicano. ¡Basta ya!”.

Miguel de la Madrid Hurtado: gestiones ignoradas
Durante su gobierno, Miguel de la Madrid Hurtado no abordó públicamente el conflicto de 1968. Pero en febrero de 2002, cuando crecía la presión pública para esclarecer delitos del pasado, relató que durante su mandato había intentado obtener información pero se había topado con resistencias.
Contó: “No me dejaron, no había archivos ordenados, había actitudes de resistencia y no pude vencer esas resistencias. Cuando pedía materiales, me decían que no existían”. Lo mismo, dijo, le pasó con los archivos de la llamada “guerra sucia”, que abarcó los años de 1964 y 1982. Entonces, ya en el nuevo milenio, confió en que el gobierno de Vicente Fox sí lograría investigar. Lo cierto es que tales gestiones de Miguel de la Madrid no fueron públicas.
Carlos Salinas de Gortari: distancia y censura
En el vigésimo aniversario de la masacre, Carlos Salinas de Gortari, siendo presidente electo, se dijo identificado con la generación del ‘68, “la de la ruptura y el cambio”. Aunque en realidad salió del país ese año, antes de la agitación social, para estudiar un posgrado en Economía Política en Estados Unidos.
Pero cuando asumió el poder, mostró su verdadera postura al respecto. En 1989, la película Rojo amanecer, de Jorge Fons, recreó la violencia contra los habitantes de Tlatelolco aquella noche del 2 de octubre de 1968, ejercida por cuadrillas militares y policíacas que cazaban estudiantes refugiados en los multifamiliares de Mario Pani.
Fons relató en una entrevista difundida en 2018 que Salinas de Gortari vio la cinta en la sala de cine de Los Pinos antes de su autorización: “El guion no se había dado a Radio, Televisión y Cinematografía porque seguro lo censurarían”. Al término de la función, el mandatario pidió retirar las menciones al ejército y la escena final relacionada con el mismo.

Valentín Trujillo, que aportó el financiamiento para culminar el proyecto cuando se acabó el dinero inicial de Héctor Bonilla, aceptó el tijerazo. “Sabíamos que estábamos arriesgando todo por algo bueno”, recuerda Fons, el director de la cinta.
En contraste, el gobierno salinista incluyó en Mi libro de historia de México de 1992, que se distribuía a estudiantes de primaria, una viñeta titulada “La crisis del 68”, con la leyenda adyacente: “El 2 de octubre, días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos, un mitin estudiantil fue disuelto por el ejército de Tlatelolco. Corrió sangre y la ciudad se estremeció. No se sabe cuántos murieron. El milagro mexicano parecía llegar a su fin”.
Ernesto Zedillo Ponce de León: el chico del ‘68
En 1996, el entonces presidente, Ernesto Zedillo Ponce de León, suscribió el decreto de reforma electoral a la cual se llegó por iniciativa de un grupo ciudadano después de 19 meses de negociaciones con partidos y gobierno. La enmienda excluyó al Ejecutivo del consejo del Instituto Nacional Electoral y del Tribunal Electoral, dando paso así a la competencia electoral real.
En la proximidad de las elecciones de 1997, Zedillo declaró: “la reforma política empezó en 1968 y se desarrolló de manera progresiva, acumulativa, paulatina. Ha pasado varias etapas y en todas ellas el país ha madurado políticamente y se ha enriquecido nuestra pluralidad”.
En 1998, en vísperas del trigésimo aniversario de la matanza de Tlatelolco, se difundieron fotografías que databan de septiembre de 1968, en las que un Zedillo de 16 años, estudiante de la Vocacional 5, se cubre con el dorso de uno de sus brazos los toletazos propinados por granaderos, durante la represión en La Ciudadela que ocasionó el inicio del movimiento. El propio Zedillo confirmó que se trataba de él. Se dijo un estudiante “progresista” pero “moderado”, y comentó al periodista Juan Arvizu: “De todos modos los granaderos nos surtieron”.

Único presidente que surgió directamente de los grupos estudiantiles que se hallaban en las calles en 1968, Zedillo no abrió expedientes ni impulsó esclarecimiento alguno sobre los acontecimientos de aquel año de 1968 que marcaría al país.
En cambió protegió al gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Alcocer –su compadre–, por la represión que culminó en la matanza de 17 campesinos a manos de fuerzas policiales, en Aguas Blancas, y permitió la entrada de la Policía Federal Preventiva a Ciudad Universitaria para terminar con un movimiento estudiantil que había cerrado la UNAM y que abarcó entre 1999 y 2000.
Vicente Fox Quesada: agendas inesperadas
En 2002, Vicente Fox Quesada creó la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, para procesar a ejecutores de políticas represivas de los gobiernos de Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo.
No había sido parte de la plataforma electoral de Fox, ni del PAN, el partido que lo había postulado. Pero la alternancia del año 2000 trajo consigo expectativas para esclarecer y juzgar excesos oficiales del pasado. El primero de septiembre de 2003, en su informe de gobierno, Fox dijo a los congresistas:
“A 35 años de los dolorosos y lamentables sucesos de 1968, es preciso tomar conciencia de que no hay democracia sin un estado de derecho [...]. La sociedad exige recuperar la memoria histórica, conocer la verdad sobre esos acontecimientos para hacer justicia y asegurar que no vuelvan a ocurrir. En un hecho sin precedente [...] se ejerció acción penal contra presuntos responsables por privación ilegal de la libertad ocurrida hace más de tres décadas”.

En 2002, la fiscalía abrió dos carpetas de investigación contra Echeverría Álvarez, por las masacres de Tlatelolco de 1968 y del 10 de junio de 1971, bajo imputaciones de genocidio y desaparición forzada. Tras ser hallado culpable, en 2004 se aprobaron reformas con dedicatoria, para que mayores de 70 años pudieran purgar pena domiciliaria.
Ese mismo año un juez determinó que el delito de genocidio había prescrito. La fiscalía apeló. Luego, la Suprema Corte de Justicia de la Nación echó atrás la prescripción. En 2005, la magistrada Ana Herlinda Velasco decidió no ejercer acción penal, decisión que después revocó otro juez. El juicio se prolongó hasta la muerte del expresidente, en 2022. El último citatorio a declarar que le remitió la autoridad, del que se tuvo noticia pública, fue en julio de 2019.
Hasta 2007, la fiscalía sumaba 532 indiciados, que vieron canceladas sus credenciales de impunidad.

Felipe Calderón Hinojosa: “absurda represión”
En septiembre de 2010, en el Colegio de San Ildefonso, el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa abordó el tema del ‘68, “aquella absurda represión de la que fueron víctimas, principalmente, universitarios”.
Dijo: “A este lugar entró el bazucazo de la incomprensión y la intolerancia. Aquel momento dejó claro que México no podía seguir tolerando el autoritarismo y el dictado de la vida nacional desde el poder. En esa tragedia nacional, con su sacrificio, la generación universitaria del ‘68 abrió anchas avenidas a la democracia que estaría por venir en el país”. Sin el ‘68, consideró, “difícilmente podría entenderse nuestra aún joven democracia”.
En mayo de ese año, Calderón Hinojosa había presentado en Los Pinos el libro Historia de México (Presidencia de la República, SEP, FCE), que dedicó un apartado a Díaz Ordaz, redactado por el reputado historiador Jean Meyer. Suscitó polémica la presentación de la masacre de Tlatelolco como un enfrentamiento:
“Un mitin estudiantil que se llevaba a cabo en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, fue acordonado por el ejército. Hubo disparos sobre los soldados y estos, a su vez, ‘abrieron piso’. Hasta la fecha no se sabe cuántos murieron: ¿50, 100, más? [...] El 2 de octubre de 1968 abrió una grave fisura política y moral”.

Pero la afirmación más controvertida fue sobre Díaz Ordaz: “Quizá por haber hecho una carrera exclusivamente burocrática, y por tener una visión muy alta del Estado, Díaz Ordaz fue desde un principio víctima de una injusta impopularidad, debido a su repudio a toda demagogia”.
Enrique Peña Nieto le dedicó al ‘68 un tuit
En 2013, al entonces presidente Enrique Peña Nieto no le fueron precisas comisiones de la verdad, producciones editoriales o discursos elaborados para honrar a la generación estudiantil de 1968. En el aniversario número 45 de ese año, el mandatario homenajeó a aquella generación con un tuit:
“Fue a partir del movimiento estudiantil de 1968 y las sucesivas reformas políticas, que hoy disfrutamos de un México plural y democrático”.
Fue a partir del movimiento estudiantil de 1968 y las sucesivas reformas políticas, que hoy disfrutamos de un México plural y democrático.
— Enrique Peña Nieto (@EPN) October 2, 2013
Fue la primera y última vez que se refirió al ‘68. No habría podido mencionarlo después sin ser criticado por los acontecimientos relacionados con la desaparición de normalistas de Ayotzinapa, en Guerrero, ocurrida en septiembre de 2014.
AMLO: fifís del Estado Mayor fueron los culpables
Durante su ejercicio como presidente, Andrés Manuel López Obrador se refirió dos veces al movimiento estudiantil de 1968, lo hizo en 2019 y en 2023.
Primero, el 2 de octubre de 2019, señaló: “El derecho a disentir y la libertad de manifestación están garantizados para todos los mexicanos, quienes nunca más serán objeto de represión ni violaciones a sus derechos humanos, a pesar de las provocaciones”. Y proclamó: “Nunca más un ‘68”.
Tres años después, el 2 de octubre de 2023, López Obrador encontró que el Estado Mayor Presidencial (EMP), “que eran como los fifís del Ejército”, fue el culpable de la masacre. Reveló un episodio que le contó Cuauhtémoc Cárdenas, según el cual Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional de Díaz Ordaz, en 1969 habría visitado al expresidente Lázaro Cárdenas para contarle, “llorando, que en el ‘68 había participado el EMP y que la culpa se la habían cargado al Ejército”.

Claudia Sheinbaum Pardo: masacre del ‘68 es un delito de lesa humanidad
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo dedicó su primera conferencia de prensa, el 2 de octubre, en 2024, al episodio histórico: “Soy hija del ‘68, mi madre participó en el movimiento [...] como profesora, ayudando a los estudiantes, luego fue expulsada por ayudarlos. [...] En la familia fue algo vivimos personalmente”.
Dijo la presidenta que a sus siete años visitó a Pablo Gómez Álvarez –uno de los estudiantes presos en 1968– en la cárcel de Lecumberri, quien era al momento de la conferencia titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, y actual titular de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral.
Y fue leído el decreto que declara la masacre del 2 de octubre como delito de lesa humanidad: ‘‘El Ejecutivo Federal se compromete a garantizar la no repetición de atrocidades a las que se refiere el acuerdo: represión de movimientos ciudadanos, uso de fuerzas armadas contra la población, tortura y uso de cárceles clandestinas para exterminar a población mexicana”.

GSC/LHM