Mientras la preocupación nacional se enfoca en los índices graves de embarazo en niñas menores de 15 años que colocan a Guerrero, Chiapas y Oaxaca a la cabeza de la estadística, Jalisco se encuentra en una posición intermedia, un punto que, lejos de ofrecer tranquilidad, subraya la persistencia de un profundo desafío estructural que requiere acción inmediata.
En el contexto del Día Mundial de Prevención del Embarazo Adolescente, que se conmemora este viernes, las cifras nacionales son contundentes y revelan la magnitud de la crisis: en 2021 se registraron 3 mil 19 nacimientos de niñas menores de 15 años en el país, un número que se disparó para 2024, cuando más de 56 mil 610 niñas de 16 años o menos dieron a luz.
Aunque Jalisco no figura entre los estados con las tasas relativas más altas —un “honor” que ostenta Chiapas— ni encabeza el conteo absoluto de nacimientos infantiles como el Estado de México, con 6 mil 243 casos en el último reporte de 2024, el Consejo Nacional de Población (Conapo) sitúa a Jalisco en un rango intermedio en cuanto a incidencia de embarazos en niñas. Esto significa que la entidad enfrenta retos regionales que impiden ignorar la problemática.

Desigualdad y pobreza: las raíces del problema
Tanto el Conapo como el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) advierten que el embarazo en niñas va mucho más allá de ser un simple tema de salud pública; es un indicador de brechas estructurales y desigualdades de género, reflejando la falta de acceso a una educación sexual integral y las condiciones socioeconómicas vulnerables que afectan directamente a las menores.
En 2022, según Inmujeres:
- El 47.2 por ciento de las niñas de 10 a 14 años vivía en pobreza.
- El 40.9 por ciento de las adolescentes de 15 a 19 años también se encontraba en pobreza.
- En pobreza extrema, estaban 10.8 por ciento de las niñas y 7.8 por ciento de las adolescentes.
- Además, 25 por ciento de las jóvenes de 15 a 19 años no concluyó la educación básica obligatoria, un rezago educativo que incide directamente en el riesgo de embarazos tempranos.
Violencia y abuso: el trasfondo de los embarazos
Carlos Cisneros, experto en género y comunicación, afirma que en muchos casos los embarazos en niñas no solo reflejan una falta de educación sexual o desigualdad económica, sino que están vinculados a situaciones de violencia machista y abuso sexual dentro del entorno familiar o comunitario:
“Muchas de estas niñas quedan embarazadas como resultado de agresiones perpetradas por personas cercanas: padres, tíos, hermanos u otros miembros de la comunidad. Esto crea un entorno de miedo y silencio, donde las niñas a menudo no tienen la posibilidad de denunciar ni de recibir apoyo”.
Agregó: “La violencia machista y el abuso sexual se alimentan de estructuras de poder desiguales y de una cultura que en muchos casos normaliza o minimiza el control sobre el cuerpo y la vida de las niñas. Estas menores se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad, donde el embarazo es una consecuencia más de un entorno de violencia de género que debe ser visibilizado y combatido con urgencia”.

Para Cisneros, es urgente abordar estas desigualdades con políticas públicas que integren la perspectiva de género:
“Esto significa no solo ofrecer educación sexual integral y servicios de salud accesibles, sino también generar entornos seguros donde las niñas puedan tomar decisiones informadas sobre sus vidas. La meta es romper el ciclo de vulnerabilidad y brindarles oportunidades reales para un desarrollo pleno”.

El reto en Jalisco: cifras que alertan
Cada 26 de septiembre, desde 2006, se conmemora en México el Día Nacional para la Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes, aprobado oficialmente en la Cámara de Diputados en 2011.
Aunque el gobierno implementa programas de prevención y educación sexual dirigidos a menores de edad, estos resultan insuficientes. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) confirma que en Jalisco, durante 2023, 12 por ciento de los nacimientos registrados correspondió a madres adolescentes menores de 20 años, es decir, uno de cada ocho partos en la entidad.
La comunicación familiar: factor protector clave
Verónica Pinto Torres, encargada de despacho de la Coordinación de Salud Reproductiva del OPD Servicios de Salud Jalisco, destaca el impacto de la comunicación abierta en casa:
“Si la información de sexualidad se da desde casa y se refuerza en la escuela o los servicios de salud, hay más de 90 por ciento de posibilidades de que los adolescentes tengan una sexualidad segura y sana. En cambio, si buscan respuestas solo en internet o con amigos, el riesgo es mucho mayor”.

Programas estatales: avances y resistencias
Desde el Estado se habilitan programas de difusión y promoción de la salud reproductiva dirigidos a adolescentes, con acercamiento a escuelas secundarias y preparatorias, tanto públicas como privadas, para abrir espacios de diálogo sobre sexualidad y prevención.
“Nosotros tenemos una unidad móvil con la que nos comunicamos con los directores de las escuelas. Les hacemos la invitación para llevar los servicios y, cuando hay apertura, acudimos a dar charlas en temas de sexualidad y prevención. Esto aplica tanto para escuelas públicas como privadas”, explicó Pinto Torres.
Las pláticas incluyen prevención de violencia en el noviazgo, higiene menstrual, relaciones sexuales sanas, planificación familiar y la importancia de construir proyectos de vida. También se vinculan con otros programas de salud, como vacunación contra el VPH, salud materna y atención a víctimas de violencia sexual.
Sin embargo, Pinto Torres reconoce que la resistencia suele ser mayor en colegios particulares:
“Definitivamente hay más apertura en lo público que en lo privado; muchas veces los directivos de colegios particulares temen que no sean bien recibidas nuestras aportaciones. Hemos tratado de dar también charlas a los padres, para que tengan conciencia de lo que les vamos a contar a sus hijos. Es importante que ellos puedan abrir la comunicación sobre la sexualidad desde casa”.
La funcionaria subraya que la participación de los padres es fundamental:
“Precisamente buscamos concientizar a los papás. Muchas veces piensan que vamos a incitar a sus hijos a iniciar su vida sexual o a usar métodos de planificación. Y no es eso. Entre más información tiene el joven, él mismo va teniendo proyectos de vida. Lo que menos necesita, muchas veces, es iniciar una vida sexual”.
Recordó que el embarazo adolescente no es solo un tema de prevención, sino también de derechos: cuando un adolescente es víctima de violencia sexual, tiene derecho a la interrupción del embarazo.

Educación sexual desde la infancia
Enrique Rosas Jiménez, médico cirujano y partero por la Universidad de Guadalajara, explica que la infancia y adolescencia se dividen en tres etapas que requieren un abordaje distinto:
- 1. Primera infancia: de dos a cinco años.
- 2. Segunda infancia: de seis a nueve años.
- 3. Tercera infancia: de nueve a 18 años.
“Ya los niños de 4 o 5 años en adelante, entre lo que es la primera infancia, hay que tener una educación sexual. Inmediatamente al niño le dicen: ‘no te agarres el pajarito, no te agarres la cosita’. Y desde ahí estamos hablando con sinónimos; no estamos hablando con palabras de origen de trato genital femenil y masculino. Entonces, de ahí empieza la educación sexual”, señaló.
Sobre la edad en la que debe comenzar de manera más formal la prevención, puntualiza:
“En la tercera infancia ya deben empezar. Estamos hablando de niños y niñas de 9 años en adelante hasta los 18 años. ¿Por qué hasta los 18 años? Porque la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a partir de los 18 años, ya hace responsable a esa persona de su ser. Entonces, ahí inicia ya desde los 9 años en adelante, desde la educación en casa, familiar y en la escuela”.
