Sociedad

El posible suicidio de Conasida

El Canal 2 de Televisa transmitía un programa de videoclips: “TNT”. Salía a las tres de la tarde. Lo presentaban Martha Aguayo y la ex primera dama. Que en ese entonces presentaba los videos de Charly García con cierta inexperiencia maquillada y mustia. Alguien de ese show debía ser fan de Charly porque lo sacaban casi diario. Su constante presencia, entre las Flans y Ricky Luis, despertó en mí un efecto de intimidante atracción con el argentino desquiciado. Me daba miedo su bigote bicolor. Pero al mismo tiempo no podía dejar de verlo. Y escucharlo.

Desde luego que el sencillo que más pedía la gente mediante las cartas que enviaban al bulevar Adolfo López Mateos era “No voy en tren”. Pero no fue el único. Gracias a ese alguien del “TNT” fui descubriendo buena parte del cancionero de Charly García. Y así descubrí “Suicida”. A veces me gana la tripa y pienso que es la mejor de Charly. Pero luego escucho “Canción para mi muerte” y se me pasa.

“Todo el mundo en la ciudad es un suicida, y es la verdad”. La letra no me dejaba en paz. Hasta el día de hoy. Hacia finales de los ochenta, las ciudades eran donde todo lo clandestino y estimulante parecía suceder. Donde la gente salía de noche. Tenía deslices y contraía la temible enfermedad.

Seguro estoy que mi cerebro edita los recuerdos a conveniencia. Pero fue después de “Suicida” cuando mandaron a corte comercial. Entonces apareció Lucía Méndez. Mirando a la lente y entonando su éxito del momento, “Castígame”. De pronto cortaba el estribillo y empezaba a hablar. “El castigo podría ser tu muerte”, decía. Y continuaba con algo como que el sida es una enfermedad mortal. Si no conoces bien a tu pareja, protégete. Usa condón. Si tienes dudas marca al 525-24-24. Conasida. Disfruta del amor. Hazlo con responsabilidad.


No era el único promocional de Conasida. Había otros en los que se explicaba que el sida no se transmitía por abrazos, besos o saliva, ni por los saludos o compartir los cubiertos o el baño. Y que no era una enfermedad exclusiva de los homosexuales. En ese entonces yo era un niño. Pero los pelos silvestres y canosos que se asomaban de las camisas vaqueras de los amigos de mi padre producían una serie de insectos que se me iban directo a la espina dorsal. Excitación que me cauterizaba los intestinos. Sabía que mi futuro estaría sentenciado a la putería y sus riesgos. Escuchar que no era una enfermedad exclusiva de los homosexuales me paralizaba las piernas. Al final, era una forma correcta de decir que al menos nosotros debíamos tener más cuidado. La música de sintetizador no ayudaba a calmar la ansiedad.

También recuerdo un comercial en el que una diversidad de hombres jugaba a la lotería. El valiente, el borracho, el negrito o el catrín, del que no quedaba dudas era el riquillo maricón, esperaban la carta de la muerte. Había estereotipos. Pero sin duda fueron spots arriesgados para la época. Que ponían el logo del Consejo Nacional para la Prevención y el Control del Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida en un punto visible de la pantalla. Como cualquier producto del supermercado. Fueron censurados por la derecha. Se dice que en entonces, dueños de grandes empresas amenazaron a las televisoras con retirar su publicidad y convencer a sus amigos empresarios y panaderos a hacer lo mismo. El sida debía estar oculto y rancio.


En los últimos años no se ha visto publicidad de Censida con la misma integración de marca. En televisión, medios impresos, carteles o con inserciones en los diarios. Mucho menos en redes sociales. Donde la conversación sobre el VIH se ha desdoblado a una legítima lucha contra la serofobia. Entre testimonios de usuarios que van construyendo hilos a partir de sus resultados a test que dan positivos al virus. A veces con certeza. Otras con artificio digitalizado. Pero es a raíz de esos diálogos que se avivó cierta incertidumbre que anticiparía la posible disolución de Censida. Después que la actual administración anunciara una propuesta de modificaciones administrativas para absorber algunos organismos y centros desconcentrados en una nueva figura jurídica, y con su presupuesto sometido en diversas secretarías. Como por ejemplo, que los hospitales de la Secretaría de Salud sean parte de una figura conocida como IMSS-Bienestar. Ejercicio de centralización funcional.

El Centro Nacional para la Prevención y control del VIH Sida es la evolución del lo que fue Conasida, creado en 1988. Cambio que se dio a los pocos años de la llegada de Vicente Fox a la presidencia. Hasta hace poco se encargaba de gestionar al menos tres principales direcciones: atención integral, incluyendo compra de antirretrovirales; monitoreo y evaluación epidemiológica, es decir, la estadística del virus en México. Y campañas de prevención, en las que se vinculaba a la sociedad civil mediante la financiación de proyectos de prevención a través de activistas y ONG. Relación por la que Censida fue casi desde el inicio una sede llena de grietas. Mucho antes de la apatía de la 4T. Los presupuestos de Censida a determinados activistas y asociaciones venían acompañados de sospechas de favoritismo y corrupción. Recuerdo un escándalo regional en el que Censida se vio involucrado en el financiamiento a un equipo de soccer gay que viajó a Inglaterra a competir por el mundial ídem.

“Después de los escándalos de corrupción entre funcionarios y organizaciones con trabajo en sida, el papel del organismo como un interlocutor parcial quedó afectado. El financiamiento público buscó profesionalizar y fortalecer a las organizaciones. Muchas pasaron de ser un ‘grupo de amigos’ a tener estructuras legales, espacios propios de trabajo, sueldos para sus trabajadores. El problema fue que las organizaciones comenzaron a depender del financiamiento, no solo para funcionar, sino también para diseñar sus proyectos, pues estos debían estar en concordancia con lo que decían las convocatorias, perdiendo su capacidad de innovación y alejándolos de las poblaciones más excluidas. Lo que algunos llaman una cooptación de las Organizaciones de la Sociedad Civil, también puede ser entendido como la institucionalización del movimiento, pues los miembros de la OSC se convirtieron en burócratas (por medio de una especie de outsoursing), y las demandas fueron absorbidas por el gobierno, dejando a las organizaciones sin sus tradicionales banderas”, reflexiona Alejandro Gutiérrez, estudiante de la Maestría en Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Justo en los primeros años ya como Censida, en los cuartos oscuros de ese gran cogedero gay que fue La Casita de Insurgentes, se solía decir una broma cuando se acababa el dinero para la cerveza a las 9 de la mañana: si no tienes varo, abre una ONG que luche contra el sida.

Juan Carlos Mendoza, profesor del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM, me comenta lo siguiente:

“Mi opinión va en que debe fortalecerse y evitar que Censida sea una agencia financiadora. Es decir, ¿en qué medida las actividades realizadas del 2006 a 2017 disminuyeron la incidencia de casos? Es cierto que la labor de la sociedad civil fue importante, ya que fueron ellos quienes realizaron operativamente las labores preventivas que el Estado no realizaba. Pero el monitoreo y la evaluación eran de suma importancia para evitar el mal uso de los recursos públicos. Actualmente, con la austeridad republicana, no se han abierto convocatorias para otorgar recursos para actividades preventivas. Ello implicaba entonces que el Estado asumiría las actividades que anteriormente estaban a cargo de la sociedad civil. El Censida ha descuidado la dirección en políticas de prevención del VIH, sobre todo en actividades educativas, de investigación y de difusión en materia de prevención”.

Censida no solo ya no dirige comerciales como los de la Méndez. Si uno entra a su página y descarga el informe estadístico del virus, se verá que los créditos de la elaboración corresponden a miembros de la Dirección General de Vigilancia Epidemiológica. Tampoco participa en la compra de antiretrovirales. México ha llegado a pagar hasta 4 y 6 veces más caros los ARV que Argentina o Brasil. Para regular los vínculos entre las farmacéuticas, la administración pública y grupos de activistas, y a fin de bajar los exorbitantes precios, el gobierno de López Obrador, partiendo de la legítima prioridad de acabar con las irregularidades, propuso que fuera el SAT quien se encargara de la adquisición de antirretrovirales. Además de la distribución operativa. El inconveniente es que el SAT se vio rebasado. Pues lo mismo compra pipas de gasolina, que antirretrovirales o reparte lápices y material de oficina. Si bien se han negociado precios más justos, los modelos de compra consolidada administrados por el SAT no han dado los resultados esperados. Los episodios de desabasto son intermitentes.

“El problema viene de años atrás. Cierto. Sin embargo, con la llegada del nuevo gobierno, una de las cosas que más ha impactado es la compra de medicamentos. Y hoy hay un relajo entre el SAT, el Insabi y los operadores logísticos. Aunado a eso, está el Oficio Número 2 de la Presidencia de la República, donde limita el acceso a las acciones de proyecto de prevención de la organización social. Lo que impactó a grupos que llevaban la prevención a zonas del país a los que Censida no llegaba. Sin mencionar que el diagnóstico del VIH ha caído 50%. En parte porque las organizaciones de la sociedad que detectaban VIH a poblaciones donde el Censida no llegaba no cuentan con apoyos para seguir haciéndolo”, me dice el activista Luis Adrián Quiroz.

No puedo dejar pasar que Censida también se ha estancado frente a la nueva narrativa del VIH. Mientras en Estados Unidos, nombres que no esconden su promiscuidad ni el uso de drogas recreativas como el polémico Demetre Daskalakis, México está a punto de cumplir un año con una directora general, Alethse de la Torre Rosas, que parece el comodín de muchas enfermedades, pero negada a designar a especialistas que asuman las tres direcciones de área que tiene Censida acéfalas al día de hoy.

Daskalakis surgió de las entrañas de los cuartos oscuros para homosexuales y las orgías bareback y hoy ocupa un puesto estratégico en el Departamento de Prevención del VIH/Sida del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos de Norteamérica (CDC, por sus siglas en inglés). Su figura es causa de controversia por el carácter indisoluble entre su personalidad exhibicionista alimentada por fetiches promiscuos y la aséptica personalidad que suele caracterizar al cuerpo médico.

En nuestro país, el espíritu de Daskalakis encuentra resonancia en los nuevos activismos, que surgen principalmente del entusiasmo juvenil. Que transmiten nuevas formas de afrontar, y vivir, los nuevos diagnósticos de VIH. Sin renegar de su sexualidad que no pierde tiempo en culpas. Combinan pornografía con información de tratamientos PReP y experiencias en ITS.

“En México la lucha contra el sida está entrampada. Las estrategias para controlar la epidemia entraron en una fase de desgaste desde hace muchos años, no es algo reciente. El Censida quedó rebasado por la evolución epidemiológica del VIH, igual que el IMSS con su soberbia y el ISSSTE con su desprecio por ese reto sanitario. Es importante señalar que históricamente ambas instituciones han impulsado modelos paralelos a las disposiciones normativas de la Secretaría de Salud dificultando el control, pero la crisis se acentúa porque la SSA está descentralizada (a las entidades federativas) y entonces existen muchas estrategias para enfrentar una epidemia que desde los años ochenta mostró sus colmillos y nos advirtió en dónde nos iba a morder y nos mordió profundamente. El Censida no puede ser el eje del análisis. La crisis es multisectorial e involucra a las propias comunidades afectadas e incluso a las organizaciones civiles. Un punto indispensable para comprender la magnitud de este reto es el papel desempeñado por la industria farmacéutica que encontró en la epidemia un negocio multimillonario y que dio paso a oscuros movimientos de corrupción”, me dice el periodista especializado en VIH, Manolo Arellano.

Si bien hoy sabemos que VIH y sida no es lo mismo, la situación aún está lejos de terminar. Quizás lo más desconcertante después del abstracto abandono del Censida sean los siguientes mensajes subliminales de la 4T. ¿Cuál es la postura frente al VIH? De momento, se reduce a una homofobia burocrática. Contemplar el VIH como un escritorio. Cubierto de polvo. Abandonado en el rincón de unos de esos edificios atrapado en los finales de los ochenta. Cuando Conasida y Lucía Méndez lanzaban mensajes pegajosos y directos.

Por suerte. Lo único que no ha envejecido es el track de Charly García. Porque sí. A pesar de todo, seguimos siendo suicidas en la ciudad. Al menos yo.

Conasida Spot de Lucía Mendez

Conasida Spots La Baraja 1989

Wenceslao Bruciaga


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Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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