La esperanza de México se retorció cuando apretó la mano del Partido Encuentro Social, surgido de huestes evangélicas y que cobijó a ese candidato a la gubernatura de San Luis Potosí quien tuvo la homofobia suficiente para asegurar, en 2015, que los gays somos como el narco. Cuando externé mi desacuerdo, seguidores de AMLO me sugirieron mantener una suerte de calma crítica, que la alianza era tan solo la inocua, pero necesaria estrategia política para fortalecer el voto de López Obrador y evitar a toda costa el fraude que se maquinaba.
Uno que otro activista gay histérico me instó a escribir sobre la injerencia del PES en temas de salud pública dirigida a homosexuales, pero la paranoia no es algo que me excite. Recuerdo, eso sí, que la punzada me atacó cierto miércoles de cruda. Puse un mensaje a un tipo que al menos conmigo se vendía como morenista hundido en los huesos del cambio: “¿Crees que el PES pueda obtener tanto poder como para alterar el esquema de antirretrovirales gratuitos?”, escribí sobre la aplicación. Después de todo, Censida reporta que al 2016, 124 mil personas en México están bajo atención médica y prescripción de antirretrovirales.
“Mejor no pienses en eso”, fue su respuesta.
Pero no había opciones. El 2 de julio me sentí entre la espada y la demagogia como picahielo en la yugular. A pesar de todo y sus ofensivas contradicciones, Andrés Manuel representaba sensatez es este país de desigualdades vergonzosas y violencia demencial. Luego, recordé aquella farsa de Enrique Peña Nieto cuando quiso echarnos a la bolsa con la sobreactuada iniciativa del derecho al matrimonio igualitario en la constitución en la que, por cierto, Morena votó a favor. Fue cuando no titubeé y taché el apellido de Obrador. Peña Nieto coloreó la Residencia Oficial de Los Pinos con las luces del arcoíris con un cinismo mercantilista irritante, tan solo para levantar sus puntos de aprobación que mordían el polvo en ese momento.
Así que lo del PES, en teoría con la pérdida del registro y la homofobia en alto presidiendo la Comisión de Salud, no me sorprende. El chingadazo me llegó desprevenido. Y eso calienta. Como aquel martes de cruda, volví a hacer una llamada: “No comparto la ideología ni la agenda del PES, pero creo que a pesar de que se les ha dado la Comisión de Salud, están en una posición de debilidad tanto en el gobierno como en el legislativo. Creo que, independientemente de quien presida las comisiones, la fuerza de Morena en el Congreso no le va a permitir al PES hacer lo que quiera ni impulsar la agenda que les gustaría. No hay que alarmarse en extremo. Desde luego sí me preocupan los espacios de poder que se le pueden dar a grupos conservadores y el hecho de que tengan posiciones de poder en el Congreso contribuye a fortalecerlos. Mi conclusión es que debemos estar alertas para evitar que estos grupos cobren mayor fuerza”, me comenta el analista político Hernán Gómez, simpatizante de Morena que respeto.
Me acusan de hipermasculino, patriarcal y violento, pero si algo me ha enseñado el boxeo es a mantenerme alerta. Ante la incertidumbre que se avecina, no lo veo como privilegio.
Es un desdichado movimiento político de parte de Morena, cuyos efectos secundarios rebasan la confianza en el progresismo morenista o las posturas evangélicas del PES; también desenmascara la perspectiva de la homosexualidad en el plano gubernamental: los homosexuales como maquillaje ideológico y mercancía política, como bien lo sentenciaba Pasolini, expulsado del partido comunista de Italia básicamente por ser homosexual. Nunca le hemos importado a la política concebida desde la lógica hetero. Basta ver a un puñado de bugas simpatizantes de Morena sintiéndose progresistas y con el derecho de manosear mi indignación con todo este desmadre del PES, haciéndola pasar por anticipada o exagerada o desconfiada, queriéndome convencer como cualquier testigo religioso. Después de colgar con Hernán puse el Generator de Bad Religion a todo volumen, en especial la canción de “No direction”, cuando Evaristo canta todo encabronado: “Todos están buscando algo y asumen que alguien más lo sabe, como si nadie pudiera vivir con sus propias decisiones…”.
Mis derechos los he ganado a partir de la confrontación frente a la política buga con todo y sus tufos morales. Jamás sometiéndome a ella.
El progresismo heterosexual, a veces, suele ser bribón e hipócrita.
Twitter: @distorsiongay
El estado de salud del PES
- El nuevo orden
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Wenceslao Bruciaga
Monterrey /