El 8 de abril, cuando desapareció la joven Debanhi, no solo perdieron sus padres a una hija de apenas 18 años.
No solo perdió la Fiscalía de Nuevo León un buen porcentaje de prestigio o imagen pública obtenida en los últimos años, desde su creación.
No solo perdió el gobierno del estado su buen ánimo y carisma con el que se buscaba conducir en medio de las crisis evidentes que vive Nuevo León.
También perdimos todos los que integramos esta ciudad metropolitana. Sobre todo porque hay algo que cuando se pierde cuesta mucho recuperar: la confianza. Es tan importante que para seguir adelante que una vez resuelto este episodio la tarea será resanar heridas, las que sean sanables.
Hace dos semanas los escribíamos aquí; es muy alto el riesgo de comunicar mal y tarde en un ambiente como éste, con los ánimos crispados e historias tan impactantes.
Sobre todo porque la gente no entiende algunas cosas, porque una gran cantidad de gente ignora incluso la división de responsabilidades, ya que desde hace tiempo la Fiscalía no forma parte del gobierno estatal.
Por otro lado, muchos de los que sí lo saben de esa división, le compran la postura al gobernador, y su discurso de ciudadano al decir que no le han informado nada y no ha visto imágenes.
De poco o de nada le sirve al gobierno del estado una descalificación así, porque es la única institución que tiene la tarea y facultades para investigar.
Perdemos todos, porque en el escenario nacional esto nos está costando, y a quienes vivimos, trabajamos y luchamos por esta tierra no nos falta algo más en este 2022 para entender que vamos cuesta arriba.
Lo mejor que nos puede pasar es que este martes, hoy mismo, se revele la verdad completa y busquemos la reconciliación, junto con el trabajo de profesionales en este fenómeno de la violencia de género.
Nuestra solidaridad con todos aquellos padres y madres que han perdido sin remedio a sus hijos o que viven en estos momentos la angustia de no saber de ellos. Nada se compara con ese dolor.
Víctor Martínez