Después de la tormenta no siempre reina la calma, de hecho está lejos de ser la realidad que nos deja con frecuencia un fenómeno natural como Hanna a su paso por nuestra tierra.
Apenas era septiembre cuando los efectos del huracán Fernand provocaron destrucción en calles, avenidas, escuelas y en una gran cantidad de viviendas que en tan solo una jornada quedaron inservibles.
Pasadas las horas llegó como siempre el momento de limpiar y de cuantificar los daños; ponerlos en pesos y centavos, para luego ver de dónde sacar los recursos.
Diez meses después estamos aquí de nuevo, el fin de semana Hanna azotó la región y descargó copiosas aguas en Nuevo León.
Ayer el propio gobernador Jaime Rodríguez Calderón dijo en entrevista: “Apenas hace tres semanas nos aprobaron los recursos federales que pedimos por Fernand” y anticipó que igual suerte nos espera con esta nueva situación, porque aunque la cantidad fuera irrisoria, la burocracia alentará el proceso.
En septiembre, la cantidad inicial que solicitó el estado fue de 7 mil 500 millones de pesos, luego lo bajaron a 900, y meses después pidieron solo 400 millones de pesos. Ni así llegaron pronto y se tuvo que utilizar dinero de otro rubro para al menos reparar escuelas.
Por eso el gobernador apunta directo y dice que le queda claro que Nuevo León está lejos del “radar” del presidente López Obrador, y de ahí sus pocas esperanzas.
Pero eso lleva años, cuando se pide una declaratoria de desastre, el Fonden tarda tanto que a veces llega primero otro huracán.
Por eso no siempre después de la tempestad llega la calma, sino llega el momento de contar y de saber con quién contamos.
Vaya mala fortuna, en medio de una pandemia, en medio de una reactivación económica colgada de alfileres y el grito desesperado de quienes viven al día; la lluvia inunda sectores donde habitan muchas de estas familias.
De nuevo habrá que nadar contra corriente.
