En alguna ocasión hemos leído o escuchado la frase “la realidad supera a la ficción”. Esto pareciera aplicar a la situación que se presenta cuando aún no concluyen los estragos del Covid-19 y ahora los tamaulipecos, como el resto del mundo, nos enfrentamos a un nuevo desafío sanitario, sobrepasando cualquier guion de película o la trama de una novela.
Las alertas se han encendido una vez que las autoridades de la Secretaría de Salud y del Instituto Nacional de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicas (InDRE), confirmaron dos casos de viruela símica en Tampico y Matamoros y de un sospechoso más.
Los protocolos indican que los síntomas de la viruela símica son dolor de cabeza, dificultad para comer, dolor muscular y articular, fiebre, lesiones en la piel de brazos y palmas de las manos, cara y tórax, principalmente. Ante estos indicadores las personas deben acudir al médico lo más pronto posible.
Si bien las dependencias relacionada con el tema han adoptado las medidas necesarias para atender una contingencia de salud pública de importancia internacional, siendo esto una obligación. También es necesario que la sociedad asuma su responsabilidad ante una problemática de esta magnitud y en donde está en riesgo el bienestar social.
Un capítulo aparte de esta historia merece los días de transición de la administración estatal, en el entendido que las autoridades salientes no generen ambientes extraños o situaciones que despierten la suspicacia de los tamaulipecos, como ha sucedido en otros temas de salud, no solamente en la entidad sino en el país.
En cuanto a los próximos funcionarios tienen el deber de actuar de manera comprometida y responsable para atender no solamente la viruela símica, también otros temas de salud y en general asuntos de diversa índole.
Las estadísticas oficiales señalan 26 casos sospechosos de viruela símica de los cuales, 23 han sido descartados, 1 en espera de resultado y 2 confirmados, son datos fríos y al mismo tiempo un parámetro para seguir cumpliendo los lineamientos de higiene y no se pasen por alto ningún tipo de prevención que pudiera ocasionar una nueva crisis de salud que a nadie conviene.
Como se ha dicho últimamente, “nada de politiquerías”.